Los cultos que las hermandades dedican hoy día a sus titulares están recogidos claramente en sus Reglas. Entre sus fines se recoge en primer lugar el de "Dar culto público y asiduo a Dios Nuestro Señor Jesucristo y a su Santísima Madre la Virgen María, representados en nuestras Sagradas Imágenes". Queda claro pues desde el principio que uno de los fines esenciales e irrenunciables de las hermandades es el de dar culto público a Dios y a la Virgen María, además de a sus devociones particulares. Esto debe saberse con claridad ya que algunas de las críticas que se hacen a las hermandades proviene del desconocimiento de sus fines. El culto a sus titulares es "lo suyo específico" estando lógicamente obligadas a realizar otras funciones (caridad, formación, catequesis) ineludibles para poder estar en línea con las exigencias de la Iglesia hoy en día. Las hermandades tienen en honor a sus titulares principales (Cristo y Virgen) fundamentalmente cuatro formas de cultos: novenas, septenarios, quinarios y triduos. Estos cultos se rematan con la Función Principal, y solemne besamanos o besapié generalmente al domingo siguiente a la Función, llamada de Instituto, aunque hay numerosas excepciones. Si la Función es a la Virgen, el canto de la Salve al finalizar es habitual, como habitual es también el de repartir recordatorios en forma de fotos o estampas a los fieles que han acudido a la respectiva Función. El desarrollo del triduo, quinario, septenario o novena sigue un esquema generalmente similar para todas las hermandades: rezo del Santo Rosario, ejercicio propio del Triduo o correspondiente, que consiste en una breve oración, algunas preces, peticiones dirigidas al titular al que se le dedica el culto y Santa Misa con Sermón. En algunas ocasiones hay Exposición del Santísimo y Bendición. Algunos quinarios o funciones tienen concedidas indulgencias. La Función Principal consiste en Misa solemne con Sermón, y al Ofertorio Protestación de Fe, con juramento solemne de creer y defender las verdades más fundamentales de nuestra religión, con especial referencia a la defensa de la pureza inmaculada de la Virgen y posterior beso al Libro de Reglas con la Presidencia de la hermandad como testigos. Las Reglas ordenan que los hermanos deben portar la medalla de la hermandad en todos estos cultos. También las Reglas suelen incluir la fórmula de Protestación de Fe, que no es unitaria para todas las Hermandades, y a veces las oraciones del culto respectivo (Triduo, Quinario, etc). No obstante, no todas las Hermandades siguen el mismo esquema en el desarrollo de sus cultos. Así, algunas en su quinario no celebran la Eucaristía, consistiendo el mismo en canto de entrada, Exposición del Santísimo, ejercicio de piedad propio del culto con oración al titular y sermón. Tras el mismo viene la parte eucarística con preces, bendición y canto final. En definitiva, son cinco días de preparación donde el Sermón tiene gran importancia formativa para culminar con la Función Principal, en la cual la Eucaristía y la comunión general suponen la culminación de lo que antes se han venido preparando durante los días precedentes los hermanos. En realidad, los ejercicios de piedad (ya que no son otra cosa los Quinarios, Triduos y demás) tenían antiguamente un sentido de preparación, durante el cual mediante el Sermón, único medio de la Iglesia para transmitir sus mensajes evangélicos en aquellos tiempos, y mediante la meditación de los misterios de la Pasión, se invitaba al cofrade a una conversión, que culminaría recibiendo los Sacramentos del Perdón y de la Eucaristía en la Función Principal, que por eso recibía tal nombre. La celebración de la Eucaristía no es pues esencial en los ejercicios de piedad, aunque si es la culminación de esos cultos. En este sentido, podría afirmarse que la llamada Función Principal sólo lo es en la mayoría de los casos por la solemnidad o tradición, ya que en sentido estricto, al celebrar siempre la Eucaristía en rigor no puede decirse de una Eucaristía que sea más principal que otra. Cierto es también que la práctica de la comunión frecuente es muy moderna, siendo en siglos pasados ésta una práctica más bien excepcional debido entre otras cosas al estricto ayuno eucarístico que había que guardar para comulgar (desde la medianoche anterior), lo cual no favorecía esta práctica y forzaba por añadidura la inexistencia de misa vespertina. Pío XII en 1953 mitigó el ayuno, que pasó primero tres horas y posteriormente a una hora antes (CDC 919). El hecho generalizado hoy día de celebrar en el mismo acto el rezo del Santo Rosario, el ejercicio del Quinario, la Santa Misa con el Sermón y a veces la bendición con el Santísimo prolongan en demasía la duración de algunos cultos, confundiendo la larga duración con la solemnidad, cuando más bien puede caerse en pesadez o aburrimiento. Es claro que la calidad del culto no depende del tiempo sino de la intensidad y participación de los fieles.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hermandad de Jesús Despojado
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hermandad de Jesús Despojado