Celebración de la Misa (y IV)

Continuamos en este cuarto y último artículo analizando lo que la instrucción Redemptionis Sacramentum recuerda a la Iglesia sobre la forma correcta de celebrar la Misa.

En el capítulo 6, el documento trata sobre “la reserva de la Santísima Eucaristía y su culto fuera de la Misa”. Se recuerda que:
* El Santísimo Sacramento debe reservarse en un sagrario, en la parte más noble, insigne y destacada de la iglesia, y en el lugar más apropiado para la oración.
* Está prohibido reservar el Santísimo Sacramento en lugares que no están bajo la segura autoridad del Obispo o donde exista peligro de profanación.
* Nadie puede llevarse la Sagrada Eucaristía a casa o a otro lugar.
* No se excluye el rezo del rosario delante de la reserva eucarística o del Santísimo Sacramento expuesto.
* El Santísimo Sacramento nunca debe permanecer expuesto sin suficiente vigilancia, ni siquiera por un tiempo muy breve.
* Es un derecho de los fieles visitar frecuentemente el Santísimo Sacramento.
* Es conveniente no perder la tradición de realizar procesiones eucarísticas.

El capítulo 7 versa sobre “Los ministerios extraordinarios de los fieles laicos”. Allí el documento especifica que:
* Las tareas pastorales de los laicos no deben asimilarse demasiado a la forma del ministerio pastoral de los clérigos. Los asistentes pastorales no deben asumir lo que propiamente pertenece al servicio de los ministros sagrados.
* Solo por verdadera necesidad se puede recurrir al auxilio de ministros extraordinarios en la celebración de la Liturgia.
* Nunca es lícito a los laicos asumir las funciones o las vestiduras del diácono o del sacerdote, u otras vestiduras similares.
* Si habitualmente hay un número suficiente de ministros sagrados, no se pueden designar ministros extraordinarios de la sagrada Comunión. En tales circunstancias, los que han sido designados para este ministerio, no deben ejercerlo.
* Se reprueba la costumbre de algunos sacerdotes que, a pesar de estar presentes en la celebración, se abstienen de distribuir la comunión, encomendando esta tarea a laicos.
* Al ministro extraordinario de la Sagrada Comunión nunca le está permitido delegar en ningún otro para administrar la Eucaristía.
* Los laicos tienen derecho a que ningún sacerdote, a no ser que exista verdadera imposibilidad, rechace nunca celebrar la Misa en favor del pueblo, o que ésta sea celebrada por otro sacerdote, si de diverso modo no se puede cumplir el precepto de participar en la Misa, el domingo y los otros días establecidos.
* Cuando falta el ministro sagrado, el pueblo cristiano tiene derecho a que el Obispo, en lo posible, procure que se realice alguna celebración dominical para esa comunidad.
* Es necesario evitar cualquier confusión entre este tipo de reuniones y la celebración eucarística.
* El clérigo que ha sido apartado del estado clerical está prohibido de ejercer la potestad de orden. No le está permitido celebrar los sacramentos. Los fieles no pueden recurrir a él para la celebración.
Por último, en el capítulo 7 se trata sobre los Remedios, o sea, las soluciones y sanciones que se han arbitrar cuando se tengan noticias de abusos. Se afirma que “cuando se comete un abuso en la celebración de la Sagrada Liturgia, verdaderamente se realiza una falsificación de la liturgia católica”.

Se clasifican los abusos en categorías:
* actos graves o graviora delicta, siendo las más importantes el sustraer, retener o arrojar con fines sacrílegos las especies consagradas; atentar la realización de la liturgia del sacrificio eucarístico o su simulación; concelebrar con ministros de comunidades eclesiales que no tienen la sucesión apostólica; consagrar una sola de las especies o ambas, con fines sacrílegos y fuera de la Misa. Lo anterior no excluye el catálogo de actos graves.
* es competencia del Obispo investigar, corregir y sancionar los abusos de los que tenga conocimiento, comunicándolos a la Congregación para la Doctrina de la Fe.finalizando se afirma que “cualquier católico, sea sacerdote, sea diácono, sea fiel laico, tiene –tenemos­- derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico ante el Obispo diocesano”, siempre hecha con veracidad y caridad.
Jesús Luengo Mena

Celebración de la Misa (III)

Continuamos en este tercer artículo analizando lo que la instrucción Redemptionis Sacramentum recuerda a la Iglesia sobre la forma correcta de celebrar la Misa.
El capítulo 4 trata sobre la “Sagrada Comunión”, y se recuerdan las siguientes disposiciones:
* Si se tiene conciencia de estar en pecado grave, no se debe celebrar ni comulgar sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse. En este supuesto si se podría comulgar, siempre con la intención de confesar sacramentalmente a la primera ocasión, que debe ser buscada por el fiel.
* Debe vigilarse para que no se acerquen a la sagrada Comunión, por ignorancia, los no católicos o, incluso, los no cristianos.
* La primera Comunión de los niños debe estar siempre precedida de la confesión y absolución sacramental. La primera Comunión siempre debe ser administrada por un sacerdote y nunca fuera de la celebración de la Misa.
* El sacerdote no debe proseguir la Misa hasta que haya terminado la Comunión de los fieles.
* Sólo donde la necesidad lo requiera, los ministros extraordinarios pueden ayudar al sacerdote celebrante.
* Se puede comulgar de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos, con la confirmación de la Sede Apostólica. Así pues, no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie. Los fieles tenemos siempre derecho a elegir si deseamos recibir la Comunión en la boca, pero si el que va a comulgar quiere recibir el Sacramento en la mano, se le debe dar la Comunión.
* Si existe peligro de profanación, el sacerdote no debe distribuir a los fieles la Comunión en la mano.
* Los fieles no deben tomar la hostia consagrada ni el cáliz sagrado por uno mismo, ni mucho menos pasarlos entre sí de mano en mano.
* Los esposos, en la Misa nupcial, no deben administrarse de modo recíproco la Sagrada Comunión.
* No debe distribuirse a manera de Comunión, durante la Misa o antes de ella, hostias no consagradas, otros comestibles o no comestibles.
* Para comulgar, el sacerdote celebrante o los concelebrantes no deben esperar que termine la comunión del pueblo.
* Si un sacerdote o diácono entrega a los concelebrantes la hostia sagrada o el cáliz, no debe decir nada, es decir, no pronuncia las palabras “el Cuerpo de Cristo” o “la Sangre de Cristo”.
* Para administrar a los laicos Comunión bajo las dos especies, se deben tener en cuenta, convenientemente, las circunstancias, sobre las que deben juzgar en primer lugar los Obispos diocesanos. Se debe excluir totalmente la administración de la Comunión bajo las dos especies cuando exista peligro, incluso pequeño, de profanación.
* No debe administrarse la Comunión con el cáliz a los laicos donde:
1) sea tan grande el número de los que van a comulgar que resulte difícil calcular la cantidad de vino para la Eucaristía y exista el peligro de que sobre demasiada cantidad de Sangre de Cristo, que deba sumirse al final de la celebración»;
2) el acceso ordenado al cáliz sólo sea posible con dificultad;
3) sea necesaria tal cantidad de vino que sea difícil poder conocer su calidad y proveniencia;
4) cuando no esté disponible un número suficiente de ministros sagrados ni de ministros extraordinarios de la sagrada Comunión que tengan la formación adecuada;
5) donde una parte importante del pueblo no quiera participar del cáliz por diversos motivos.
* No se permite que el comulgante moje por sí mismo la hostia en el cáliz, ni reciba en la mano la hostia mojada. La hostia que se debe mojar debe hacerse de materia válida y estar consagrada. Está absolutamente prohibido el uso de pan no consagrado o de otra materia.

En el capítulo 5, sobre “Otros aspectos que se refieren a la Eucaristía”, se aclara que:
* La celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un caso particular, la necesidad exija otra cosa.
* Nunca es lícito a un sacerdote celebrar la Eucaristía en un templo o lugar sagrado de cualquier religión no cristiana.
* Siempre y en cualquier lugar es lícito a los sacerdotes celebrar el santo sacrificio en latín.
* Es un abuso suspender de forma arbitraria la celebración de la santa Misa en favor del pueblo, bajo el pretexto de promover el “ayuno de la Eucaristía”.
* Se reprueba el uso de vasos comunes o de escaso valor, en lo que se refiere a la calidad, o carentes de todo valor artístico, o simples cestos, u otros vasos de cristal, arcilla, creta y otros materiales, que se rompen fácilmente.
* La vestidura propia del sacerdote celebrante es la casulla revestida sobre el alba y la estola. El sacerdote que se reviste con la casulla debe ponerse la estola.
* Se reprueba no llevar las vestiduras sagradas, o vestir solo la estola sobre la cogulla monástica, o el hábito común de los religiosos, o la vestidura ordinaria.
Jesús Luengo Mena

Celebración de la Misa (II)

En este segundo artículo seguimos analizando lo que la instrucción Redemptionis Sacramentum recuerda a la Iglesia sobre la forma correcta de celebrar la Misa.

En su Capítulo 3º se nos recuerda lo siguiente:
Las otras partes de la Misa
* Los fieles tienen el derecho de tener una música sacra adecuada e idónea y que el altar, los paramentos y los paños sagrados, según las normas, resplandezcan por su dignidad, nobleza y limpieza.
* No se pueden cambiar los textos de la Sagrada Liturgia.
* No se pueden separar la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística, ni celebrarlas en lugares y tiempos diversos.
* La elección de las lecturas bíblicas debe seguir las normas litúrgicas. No está permitido omitir o sustituir, arbitrariamente, las lecturas bíblicas prescritas ni cambiar las lecturas y el salmo responsorial con otros textos no bíblicos. No cabe pues introducir lecturas ni poemas o cosas por el estilo sustituyendo las lecturas del Leccionario o en lugar del salmo, aunque sean de Padres de la Iglesia o de santos muy reconocidos.
* La lectura evangélica se reserva al ministro ordenado (diácono o presbítero). Un laico, aunque sea religioso, no debe proclamar la lectura evangélica en la celebración de la Misa.
* La homilía nunca la hará un laico. Tampoco los seminaristas, estudiantes de teología, asistentes pastorales ni cualquier miembro de alguna asociación de laicos.
* La homilía debe iluminar desde Cristo los acontecimientos de la vida, sin vaciar el sentido auténtico y genuino de la Palabra de Dios, por ejemplo, tratando sólo de política o de temas profanos, o tomando como fuente ideas que provienen de movimientos pseudo-religiosos. No procede pues que la homilía sea un “mitín” político-social ni la exposición del pensamiento propio del sacerdote sobre cualquier tema, que puede tener su momento en otro lugar y contexto.
* No se puede admitir un “Credo” o Profesión de fe que no se encuentre en los libros litúrgicos debidamente aprobados. Es de señalar que la Protestación de Fe que las hermandades hacen en la Función Principal de Instituto debe también respetar este mandato.
* Las ofrendas, además del pan y el vino, sí pueden comprender otros dones. Estos últimos se pondrán en un lugar oportuno, fuera de la mesa eucarística.
* La paz se debe dar antes de distribuir la Sagrada Comunión, y se recuerda que esta práctica no tiene un sentido de reconciliación ni de perdón de los pecados.
* Se sugiere que el gesto de la paz sea sobrio y se dé sólo a los más cercanos. El sacerdote puede dar la paz a los ministros, permaneciendo en el presbiterio, para no alterar la celebración y del mismo modo si, por una causa razonable, desea dar la paz a algunos fieles. No proceden las “movidas” que en algunas misas se producen al llegar ese momento salvo casos muy puntuales. El gesto de paz lo establece la Conferencia de Obispos, con el reconocimiento de la Sede Apostólica, “según la idiosincrasia y las costumbres de los pueblos”.
* La fracción del pan eucarístico la realiza solamente el sacerdote celebrante, ayudado, si es el caso, por el diácono o por un concelebrante, pero no por un laico. Ésta comienza después de dar la paz, mientras se dice el “Cordero de Dios”.
* Es preferible que las instrucciones o testimonios expuestos por un laico se hagan fuera de la celebración de la Misa. Su sentido no debe confundirse con la homilía, ni suprimirla.
Unión de varios ritos con la celebración de la misa
* No se permite la unión de la celebración eucarística con otros ritos, especialmente si lo que se añadiría tiene un carácter superficial y sin importancia. Si cabe, por ejemplo, la bendición de vasos sagrados, enseres u ornamentos para el culto. El momento más adecuado sería tras el silencio de la poscomunión. Lógicamente lo anterior no afecta a la celebración de otros ritos sacramentales, que sí pueden tener lugar durante la Misa (por ejemplo, el Matrimonio).
* No es lícito unir el Sacramento de la Penitencia con la Misa y hacer una única acción litúrgica. Sin embargo, los sacerdotes, independientemente de los que celebran la Misa, sí pueden escuchar confesiones, incluso mientras en el mismo lugar se celebra la Misa. Esto debe hacerse de manera adecuada.
* La celebración de la Misa no puede ser intercalada como añadido a una cena común, ni unirse con cualquier tipo de banquete. No se debe celebrar la Misa, a no ser por grave necesidad, sobre una mesa de comedor, o en el comedor, o en el lugar que será utilizado para un convite, ni en cualquier sala donde haya alimentos. Los participantes en la Misa tampoco se sentarán en la mesa, durante la celebración.
* No está permitido relacionar la celebración de la Misa con acontecimientos políticos o mundanos, o con otros elementos que no concuerden plenamente con el Magisterio.
* No se debe celebrar la Misa por el simple deseo de ostentación o celebrarla según el estilo de otras ceremonias, especialmente profanas.
* No se deben introducir ritos tomados de otras religiones en la celebración de la Misa. El ecumenismo bien entendido y tan buscado hoy por la Iglesia no consiste en modo alguno en renunciar a lo propio ni en integrar otros ritos ajenos a la liturgia católica.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de Jesús Despojado.

Celebración de la Misa (I)

Comenzamos una serie de 4 artículos referentes a la celebración de la misa. La instrucción de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos “Redemptionis Sacramentum”, publicada el veinticinco de marzo de 2004, describe detalladamente en sus ocho capítulos cómo debe celebrarse la Eucaristía y lo que puede considerarse como "abuso grave", así como los remedios a poner. En una serie de cuatro artículos les vamos a ofrecer un resumen de las normas más significativas que este documento recuerda a toda la Iglesia.
En el Capítulo I sobre la “Ordenación de la Sagrada Liturgia” se recuerda lo siguiente:
* Compete a la Sede Apostólica ordenar la Sagrada Liturgia de la Iglesia universal, editar los libros litúrgicos, revisar sus traducciones a lenguas vernáculas y vigilar para que las normas litúrgicas se cumplan fielmente.
* Los fieles tienen derecho a que la autoridad eclesiástica regule la Sagrada Liturgia de forma plena y eficaz, para que nunca sea considerada la liturgia como propiedad privada de alguien.
* El Obispo diocesano es el moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica. A él le corresponde dar normas obligatorias para todos sobre materia litúrgica, regular, dirigir, estimular y algunas veces también reprender.
* Compete al Obispo diocesano el derecho y el deber de visitar y vigilar la liturgia en las iglesias y oratorios situados en su territorio, también aquellos que sean fundados o dirigidos por institutos religiosos, si los fieles acuden a ellos de forma habitual.
* Todas las normas referentes a la liturgia, que la Conferencia de Obispos determine para su territorio, conforme a las normas del derecho, se deben someter a la aprobación de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sin la cual, carecen de valor legal.

En el Capítulo II sobre la “Participación de los fieles laicos en la celebración de la Eucaristía”, se establece que:
* La participación de los fieles laicos en la celebración de la Eucaristía, y en los otros ritos de la Iglesia, no puede equivaler a una mera presencia, más o menos pasiva, sino que se debe valorar como un verdadero ejercicio de la fe y la dignidad bautismal.
* Se debe recordar que la fuerza de la acción litúrgica no está en el cambio frecuente de los ritos, sino, verdaderamente, en profundizar en la palabra de Dios y en el misterio que se celebra.
Sin embargo, no se deduce necesariamente que todos deban realizar otras cosas, en sentido material, además de los gestos y posturas corporales, como si cada uno tuviera que asumir, necesariamente, una tarea litúrgica específica; aunque conviene que se distribuyan y realicen entre varios las tareas o las diversas partes de una misma tarea. La participación no consiste pues en que muchas personas realicen distintas funciones.

* Se alienta la participación de lectores y acólitos que estén debidamente preparados y sean recomendable por su vida cristiana, fe, costumbres y fidelidad hacia el Magisterio de la Iglesia.

* Se alienta la presencia de niños o jóvenes monaguillos que realicen un servicio junto al altar, como acólitos, y reciban una catequesis conveniente, adaptada a su capacidad, sobre esta tarea. A esta clase de servicio al altar pueden ser admitidas niñas o mujeres, según el juicio del Obispo diocesano y observando las normas establecidas.

Ya en el Capítulo 3 se habla sobre la “Celebración correcta de la Santa Misa” y se especifica sobre varios asuntos.

La materia de la Santísima Eucaristía

* El pan a consagrar debe ser ázimo, de sólo trigo y hecho recientemente. No se pueden usar cereales, sustancias diversas del trigo. Es un abuso grave introducir en su fabricación frutas, azúcar o miel.

* Las hostias deben ser preparadas por personas honestas, expertas en la elaboración y que dispongan de los instrumentos adecuados.

* Las fracciones del pan eucarístico deben ser repartidas entre los fieles, pero cuando el número de estos excede las fracciones se deben usar sobre todo hostias pequeñas.

* El vino del Sacrificio debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. En la celebración se le debe mezclar un poco de agua. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas de cualquier género.

La Plegaria Eucarística

* Sólo se pueden utilizar las Plegarias Eucarísticas del Misal Romano o las aprobadas por la Sede Apostólica. Los sacerdotes no tienen el derecho de componer plegarias eucarísticas, cambiar el texto aprobado por la Iglesia, ni utilizar otros, compuestos por personas privadas.

* Es un abuso hacer que algunas partes de la Plegaria Eucarística sean pronunciadas por el diácono, por un ministro laico, o bien por uno sólo o por todos los fieles juntos. La Plegaria Eucarística debe ser pronunciada en su totalidad, y solamente, por el sacerdote. Lo anterior no excluye que, cuando hay concelebrantes, digan las partes previstas para ellos.

* El sacerdote no puede partir la hostia en el momento de la consagración.

* En la Plegaria Eucarística no se puede omitir la mención del Sumo Pontífice y del Obispo diocesano.

Jesús Luengo Mena, Vicette de Jesús Despojado y Lector instituido

EL ADVIENTO: TIEMPO DE ESPERA

Las cuatro semanas anteriores a la solemnidad de Navidad forman el tiempo de Adviento que es la preparación para la llegada del Salvador, dando con el primer domingo de Adviento comienzo un nuevo año litúrgico, que terminó el domingo anterior con la festividad de Cristo Rey (en el rito oriental-bizantino el año litúrgico comienza con la fiesta de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre).
Las normas litúrgicas universales dicen que el Adviento "comienza con las primeras Vísperas del primer domingo de Adviento (el 30 de noviembre o domingo más cercano) y acaba antes de las primeras Vísperas de Navidad". Contiene siempre cuatro domingos que se estructuran en dos partes bien definidas: hasta el 16 de diciembre y del 17 al 24 de diciembre. Fue el papa san Gregorio Magno quien la estructura en cuatro semanas.
El tiempo de Adviento no se conoce en Roma hasta el S. VI, recogiendo la palabra adventus, aplicada anteriormente a la llegada de algún personaje importante (Emperador). Es el tiempo del Marana-tha (ven Señor), de la espera gozosa del Salvador. El Adviento es también el tiempo mariano por excelencia, donde la presencia de María en la liturgia es más patente.Teológicamente es tiempo de espera gozosa de la venida de Cristo, es tiempo asimismo del Espíritu Santo, tiempo del cumplimiento de las profecías, tiempo de conversión y tiempo mariano por excelencia como hemos dicho (diciembre el mes más particularmente apto para el culto a la Virgen sin que deba ser considerado como mes de María) con la Inmaculada, la Expectación al Parto, y ya en tiempo de Navidad con la solemnidad de María Madre de Dios (teotocos) el 1 de enero.
En los aspectos litúrgicos el Adviento es tiempo de relativa austeridad en los signos externos (el que espera es porque algo le falta). Así, es aconsejable pastoralmente hacer alguna celebración comunitaria de la penitencia. Se omite el Gloria los domingos por el carácter relativamente penitencial del tiempo para que resuene con más alegría el Gloria de la misa del Gallo. Las vestiduras son moradas (como en Cuaresma) y el altar debe estar escueto y sin adornos muy festivos. En el domingo III de Adviento, llamado de Gaudete por la antífona de entrada -Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte- se puede usar el color rosa (como ocurrirá en el IV domingo de Cuaresma llamado de Laetare). La música instrumental se debe omitir para que contraste más la alegría del Nacimiento.
También se recomienda poner en lugar preferente una imagen de María y se está recuperado la tradición, procedente sobre todo de Centroeuropa y Norteamérica, de poner la llamada corona de Adviento (cuatro velas de diferentes colores sobre una corona de ramos verdes que se van encendiendo progresivamente en cada domingo, marcando el tiempo de la llegada del Señor).
La semana que precede a la Navidad tiene un sentido propio y distinto al resto del Adviento pues la llegada del Señor es inminente. Aquí las memorias de los santos son siempre libres, se puede cantar diariamente el Aleluya, poner más luces en el altar, usar vestiduras más lujosas, dar la bendición con la fórmula solemne de bendición de Adviento. Se debe notar que el tiempo es más alegre.
Las lecturas de Adviento se nuclean en las ferias en torno al profeta Isaías y las evangélicas en los pasajes que narran al Precursor y los preparativos del Nacimiento. Los domingos se leen las epístolas de Pablo, Santiago y Hebreos.Resumiendo pues diremos que el Adviento es un tiempo de relativa austeridad, ya que a quien espera siempre le falta algo. Por eso se emplean algunos signos de austeridad como las vestiduras moradas o la omisión del Gloria.
JESÚS LUENGO MENA, VICETENIETE DE HNO MAYOR DE JESÚS DESPOJADO.

La Oración de los Fieles

La oración universal u oración de los fieles es la oración conclusiva de la Liturgia de la Palabra. Se dice tras la homilía o el Credo (si lo hay) y mediante ella el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por toda la humanidad. La asamblea expresa su súplica o bien con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con una oración en silencio.
Esta oración también puede decirse fuera de la misa, en otras acciones litúrgicas y en ejercicios piadosos.
Tiene varias partes: invitación, intenciones, respuesta o silencio y conclusión. Siempre la introduce el sacerdote o diácono y la concluye. Las intenciones las puede leer un lector (hombre o mujer). Si es misa con niños pueden hacerla ellos. En general, con un lector basta. No es recomendable una acumulación de lectores para dar una falseada apariencia de participación. Los lectores deben subir de la nave al presbiterio y tras hacer reverencia al altar se dirigen al sitio dispuesto (puede ser el ambón o mejor otro lugar diferenciado). El sacerdote dirige la oración desde la sede o desde el ambón.
Las características de esta oración son varias:
- súplica al Padre
- es oración litúrgica
- participa todo el pueblo
- se pide por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo (de ahí su nombre de universal)
Esta oración tiene un libro propio. El Libro de la Oración de los fieles es uno los libros litúrgicos, que contiene los distintos formularios de la Oración de los fieles para todo el Año litúrgico. Hay formularios para el Propio del Tiempo, para Adviento, Navidad, Cuaresma, Semana Santa, Triduo Pascual y tiempo de Pascua. También el Libro recoge oraciones para el Propio y Común de los Santos, Misas rituales, difuntos, etc. Las peticiones pueden prepararse por el equipo de liturgia, siguiendo la normativa al respecto.
Jesús Luengo Mena

Los Lienzos Litúrgicos

En este artículo vamos a enumerar y describir los principales lienzos litúrgicos, entendiendo por tales los que se usan durante la celebración eucarística. Podemos citar varios:
Como más importante tenemos el corporal, que debe emplearse siempre en la celebración de la Misa. Es un paño de forma cuadrada y para guardarlo se pliega habitualmente en nueve secciones. Se despliega al comienzo de la liturgia eucarística (preparación de los dones), para colocar sobre él el cáliz y la patena con la Hostia que será consagrada. En las concelebraciones se puede utilizar un corporal mayor. Es preferible que no lleve adornos, para significar mejor la asociación que tradicionalmente se ha hecho con el santo sudario. No obstante, se suele poner una cruz en el centro del lado más próximo al celebrante, que también le sirve de referencia.
También se debe usar, además de en la Misa, en la Exposición del Santísimo, para colocar encima la custodia o copón y sobre una mesita cuando se lleva la comunión a los enfermos.
Su nombre le viene del Cuerpo del Señor, que va a reposar sobre ese lienzo.
El purificador es un paño que se suele plegar longitudinalmente, en tres partes, para utilizarlo a modo de toalla en la limpieza de los vasos sagra­dos. No se debe adornar en exceso y debería ser de lino blanco o de otro tejido absorbente.
La palia es un cuadrado de cartón o madera recubierto de lino o tela almidonada que cubre el cáliz, impidiendo que caiga polvo o insectos dentro de él. Su uso es opcional. Conviene emplearla en épocas del año en las que el polvo y los insectos son más frecuentes, o en lugares en los que podría caer alguna cosa dentro del cáliz, por ejemplo: en una Misa celebrada al aire libre. La parte superior de la palia se puede adornar ricamente. Tiene un sentido puramente utilitario e higiénico. La tela y el color normalmen­te hacen juego con los ornamentos, aunque puede ser siempre blanco. Si tiene forma redonda se la llama hijuela.
El cubrecáliz en una tela que cae de la palia, tapando el cáliz. Una forma de subrayar la transición de la liturgia de la palabra a la liturgia eucarística es poner el cubrecáliz durante la liturgia de la palabra y quitarlo en el ofertorio, cuando el altar y las ofrendas están pre­parados.
El manutergio o toalla es un lienzo que sirve para que el sacerdote se seque las manos después del lavabo. Debe ser absorbente y amplio.
Jesús Luengo Mena, Vicette de Jesús Despojado y Lector instituido

El Tiempo Ordinario

El tiempo del Año litúrgico que no tiene un carácter propio (Adviento- Navidad, Cuaresma y tiempo de Pascua) recibe el nombre de Tiempo ordinario, que abarca 33 ó 34 semanas. En este tiempo no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo. El Tiempo ordinario (TO) comienza el lunes siguiente al domingo posterior al 6 de enero, Epifanía, y dura hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza, que da inicio a la Cuaresma. Ahí se interrumpe para reiniciarse desde el lunes siguiente a Pentecostés hasta las vísperas del primer domingo de Adviento, (que es el domingo más próximo al 30 de noviembre) con el cual se inicia el Nuevo Año litúrgico. Durante el tiempo ordinario se celebran numerosas fiestas tanto del Señor como de la Virgen y de los Santos. Este Tiempo Ordinario es una novedad de la reforma postconciliar ya que antes era llamado domingos después de Epifanía y domingos después de Pentecostés y también “domingos verdes” por el color litúrgico que se emplea. El Tiempo Ordinario cobra su unidad en el Leccionario ya que tiene un ciclo trianual en los domingos y bienal en las ferias.
Para los cristianos cada día tiene un sentido cristológico: la mañana trae el recuerdo de la Resurrección, la hora de tercia recuerda al Espíritu Santo, la hora de sexta la Ascensión, la de nona la Crucifixión y muerte del Señor, la de vísperas la Cena y la noche la espera escatológica del Señor. Antes de la reforma litúrgica, el Tiempo Ordinario recibía su significado casi exclusivamente del Santoral, habiéndose recuperado actualmente la visión global del misterio salvífico. Según la costumbre latina, el lunes recibe el nombre de "feria segunda" y así sucesivamente hasta la feria sexta (viernes). El sábado tiene su nombre propio heredado de los judíos (Sabbat que significa descanso).
En el T.O. la Iglesia celebra en la semana del 18 al 25 de enero el Octavario por la unidad de los cristianos, coincidiendo con la fiesta de la Conversión de san Pablo que se celebra el 25 de enero, y en octubre Preces para después de la cosecha, Témporas de acción de gracias y de petición en el cinco de octubre, pudiendo añadirse dos días más (se trata de dar gracias a Dios por los dones recibidos en el curso pasado y en las vacaciones). El penúltimo domingo de octubre se celebra el Domund (Día de la propagación de la Fe).
Jesús Luengo Mena, Lector instituido.

El culto al Santísimo Sacramento

“El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está unido a la celebración del sacrificio eucarístico” en palabras de Juan Pablo II tomadas de su Encíclica Ecclesia de Eucharistia nº 25.
La exposición y bendición con el Santísimo Sacramento debe ser un acto comunitario que contemple la celebración de la Palabra de Dios y el silencio individual contemplativo y meditativo. La exposición eucarística ayuda a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo y nos invita a la unión más íntima con él, que adquiere su culmen en la comunión sacramental. La exposición puede hacerse con el copón o en la custodia, sobre el altar o en un ostensorio. Se le debe venerar con genuflexión de la rodilla derecha.
Para la exposición del Santísimo, litúrgicamente se procederá de la siguiente manera: Reunido el pueblo y, si parece oportuno, habiéndose iniciado algún cántico de carácter eucarístico, el ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no se reserva en el altar de la exposición, el ministro, con el humeral lo trae del lugar de la reserva, acompañado por acólitos o por fieles con velas encendidas. El copón o la custodia se colocará sobre el altar cubierto con mantel, corporal y seis o cuatro velas de cera encendidas; mas si la exposición se prolonga durante algún tiempo, y se hace con la custodia, se puede usar el manifestador, colocado en un lugar más alto, pero teniendo cuidado de que no quede ni muy elevado ni muy distante y sobre el corporal. Si se hizo la exposición con la custodia, el ministro inciensa al Santísimo y suele rezar seis padrenuestros con sus avemarías y glorias tras una jaculatoria eucarística; luego se retira, si la adoración va a prolongarse algún tiempo.
Si la exposición es solemne y prolongada, se debería consagrar la hostia para la exposición, en la Misa que antes se celebre, y se colocará sobre el altar, en la custodia, después de la comunión. La Misa concluirá con la oración después de la comunión, omitiendo los ritos de la conclusión. Antes de retirarse del altar, el sacerdote, si se cree oportuno, colocará la custodia y hará la incensación.
Durante el tiempo que dure la exposición, se podrán decir oraciones, cantos y lecturas, de manera que se concentren en una profunda oración. Nunca el Santísimo deberá estar expuesto sin vigilancia suficiente ni sin presencia de fieles. Se deben aprovechar las lecturas de la sagrada Escritura o breves exhortaciones, que promuevan un mayor aprecio del misterio eucarístico. Es también conveniente que los fieles respondan a la palabra de Dios cantando. Se necesita que se guarde piadoso silencio en momentos oportunos. Ante el Santísimo Sacramento expuesto por largo tiempo, se puede celebrar también alguna parte, especialmente las horas más importantes de la Liturgia de las Horas; por medio de esta recitación se prolonga a las distintas horas del día la alabanza y la acción de gracias que se tributan a Dios en la celebración de la Misa, y las súplicas de la Iglesia se dirigen a Cristo y por Cristo al Padre, en nombre de todo el mundo.
La bendición con el Santísimo es el colofón del acto de culto a Jesús Sacramentado. Al final de la adoración, el sacerdote o el diácono se acerca al altar; hace genuflexión, se arrodilla y se entona el Pange Lingua u otro cántico eucarístico. Mientras tanto, arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo Sacramento, si la exposición se hizo con la custodia. Luego se pone en pie y entona la oración.
Una vez dicha, el sacerdote o el diácono se coloca el humeral, hace genuflexión, toma la custodia o el copón y traza con el Sacramento la señal de la Cruz sobre el pueblo. A continuación se suelen recitar las alabanzas de desagravio. Concluida la bendición, el mismo sacerdote que impartió la bendición u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en el tabernáculo, y hace genuflexión, en tanto que el pueblo si parece oportuno, puede hacer alguna aclamación. Finalmente el ministro se retira.
Queda prohibido expresamente celebrar la Misa durante la Exposición, que la puede hacer el sacerdote, un diácono e incluso un acólito instituido o persona autorizada aunque estos últimos no pueden en ningún caso impartir la bendición, reservada al presbítero o diácono. Si la exposición del Santísimo Sacramento se prolonga durante uno o varios días, debe interrumpirse durante la celebración de la misa, a no ser que se celebre en una capilla o espacio separado del lugar de la exposición y permanezcan en adoración por lo menos algunos fieles. Una forma de culto específica al Santísimo Sacramento es el llamado Jubileo Circular de las Cuarenta Horas instituido por el fraile capuchino fray José de Ferno en 1537 para "traer a la memoria de los cristianos el tiempo en que el Cuerpo de Nuestro Salvador Señor Jesucristo yació en el sepulcro".
JESÚS LUENGO MENA

PROTOCOLO ECLESIÁSTICO

Vamos en este artículo a relacionar los tratamientos más usuales que tienen los eclesiásticos.
En primer lugar el Papa tiene el tratamiento de Su Santidad o Beatísimo Padre, cuyas abreviaturas son S.S. o Btmo. P. Su color propio es el blanco.
Los cardenales tienen el tratamiento de Eminentísimo y Reverendísimo Señor, cuya abreviatura es Emmo. y Rvdmo. Sr. Su color propio es el rojo.
A los arzobispos, obispos y Nuncios Apostólicos (equivalentes a un embajador, en este caso de la Santa Sede) se les trata de Excelentísimo y Reverendísimo Señor, cuya abreviatura es Excmo. y Rvdmo. Sr. Su color propio es el morado.
Reverendísimo Señor es el tratamiento debido al abad o superior de cualquier Orden o Congregación religiosa y su abreviatura es Rvdmo. Sr. También se les puede tratar como Reverendísimo Padre en cuyo caso la abreviatura correspondiente es Rvdmo. P. Tienen sus hábitos propios.
Reverendo Señor, cuya abreviatura es Rvdo. Sr. es el tratamiento debido a los presbíteros y diáconos, por ejemplo a un párroco o capellán. Su color propio es el negro.
Como puede el lector observar, salvo en el caso del Papa, a todos los tratamientos específicos se les añade la palabra Reverendísimo (en superlativo) o Reverendo Señor, que es el tratamiento básico común a todos ellos.Otros tratamientos particulares se refieren a los canónigos, que tienen el de Muy Ilustre Señor, cuya abreviatura es M. Iltre. Sr. El de Ilustrísimo Señor, cuya abreviatura es Ilmo. Sr. Lo poseen otras autoridades eclesiásticas como el Vicario, Presidente del Tribunal Eclesiástico, Juez del Tribunal Eclesiástico, Fiscal de la Diócesis, Priores de los canónigos regulares y de las órdenes militares y algún otro caso más.
El tratamiento de Monseñor no va con ningún cargo específico y lo concede el Papa como un honor a las personas que por su servicio y fidelidad a la Iglesia considera oportuno. Suele denominarse así también a los prelados.Al obispo hay que recibirle en la puerta del templo y dirigirle, en primer lugar, a la reserva del Santísimo si lo hay para adorarlo. Después se pasa a la sacristía para revestirse y comenzar la procesión solemne de entrada. La costumbre de dirigirse en primer lugar a adorar al Santísimo está dispuesto para todos los fieles que entran en un templo.Como signos de respeto y filial obediencia, a los obispos se les besa el anillo. La costumbre de besar la palma de la mano a los presbíteros está hoy día en desuso.En lo referente a las siglas con las que se identifica el clero regular perteneciente a Órdenes y Congregaciones religiosas vamos a relacionar algunas, dejando para otro artículo las demás.

Los franciscanos usan las siglas O.F.M. (Ordo Fratrum Minorum)
Los capuchinos O.F.M. Cap (Ordo Fratrum Minorum Capuccinorum)
Los dominicos O.P. (Ordo Praedicatorum)
Los carmelitas O. Carm (Ordo fratrum Beatissimæ Virginis Mariæ de Monte Carmelo)
Los mercedarios O. de M. (Orde de Mercede)
Los agustinos O.S.A. (Ordo Sancti Augustini)
Los jesuitas S.J. (Societatis Jesu)Los salesianos S.D.B. (Salesiani don Bosco)
Los escolapios Sch. P. (Ordo Scholarum Piarum)
Los redentoristas C.S.S.R. (Congregatio Sanctissimi Redemptoris)
Los lasallianos F.S.C. (Institutum Fratrum Scholarum Christianarum)
Los maristas F.M.S. (Institutum Fratrum Maristarum)
Los padres blancos SS.CC. (Congregatio Sacrorum Cordium Iesu et Mariae necnon adorationis perpetuae SS. Sacramenti altaris)
Los claretianos C.M.F. (Cordis Mariae Filius)
Los hospitalarios O.H. (Ordo Hospitalarius Sancti Joannis de Deo)

Jesús Luengo Mena, Lector Instituido y Vicette de Jesús Despojado

El Tiempo Pascual

Con el domingo de Pascua, domingo sobre el que gira todo el año litúrgico del cual es su raíz, se comienza uno de los tiempos litúrgicos fuertes: el tiempo pascual cuya característica es la alegría. Abarca los cincuenta días posteriores a Pascua de Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el domingo pascual, y se distinguen tres períodos:
* Octava de Pascua, que son los ocho días posteriores y deben considerarse como un solo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de Pascua también llamado domingo “in albis”porque era cuando los catecúmenos que se habían bautizado en la Vigila pascual deponían las vestiduras blancas que había llevado toda la octava.
* Tiempo Pascual hasta la Ascensión
* Tiempo Pascual después de la Ascensión.
En este tiempo celebramos:
* La Ascensión del Señor, a los cuarenta días de Pascua, hoy pasada al domingo VII de Pascua.
* Pentecostés. Se celebra a los cincuenta días de Pascua, en el domingo VIII después de Resurrección. Su octava ha sido suprimida. Es el colofón del ciclo pascual, no una nueva Pascua.
Ya los judíos celebraban la fiesta de la cincuentena para conmemorar la Alianza de Dios con su pueblo en el Sinaí. La Iglesia, en el Concilio de Nicea reunido el año 325 dispuso que la Pascua se celebrase el domingo que hubiese tras el primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del 22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección, la Pascua Florida que es como se la llama en España, es fiesta variable, ya que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Podemos en cierto modo decir que así se unen los dos calendarios: el lunar (de tradición hebrea) y el solar.
En la cincuentena pascual, que debe considerarse como una única solemnidad, debe siempre haber signos festivos en el altar y en la iglesia (flores, luces, música). El cirio pascual debe encenderse a diario, para subrayar la unidad de la cincuentena pascual y vuelve el Gloria. En las lecturas, durante la cincuentena se omiten las del Antiguo Testamento, para dar a entender que estamos en un tiempo nuevo, leyéndose n los Hechos de los Apóstoles, Apocalipsis, Cartas de san Juan y san Pedro. En las evangélicas se lee el de san Juan y las apariciones del Resucitado según el evangelista del año. La cincuentena pascual es el tiempo fuerte por excelencia del año litúrgico y la alegría debe ser la nota dominante. Es tiempo de frecuentar los sacramentos y de llevar la Eucaristía procesionalmente a los enfermos. El Código de derecho canónico obliga a comulgar al menos una vez al año y este precepto debe cumplirse en tiempo pascual, salvo que por causa justa se haga en otro tiempo (CDC 920). También es precepto confesar los pecados graves al menos una vez al año, aunque no necesariamente en tiempo pascual. La vestidura de los ministros es de color blanco, color litúrgico por excelencia de la Pascua.

JESÚS LUENGO MENA, Lector instituido

La Estación de Penitencia

Un apartado de la religiosidad popular muy querido por las hermandades y cofradías son las procesiones. La procesión es una expresión cultual de carácter universal en la cual la piedad popular y la liturgia establecen una relación muy peculiar. Las procesiones son manifestaciones de la fe y piedad populares con grandes connotaciones culturales y que despiertan el sentimiento religioso de los fieles, tal como las define el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia ya citado.
Hay procesiones litúrgicas que se celebran durante el desarrollo de la Eucaristía y son necesarias para el desarrollo de la misma acción litúrgica: la procesión de entrada del ministro y los celebrantes, que puede solemnizarse entrando los celebrantes desde el fondo de la nave; la procesión hacía el ambón del diácono o presbítero para proclamar el Evangelio; la procesión para presentar las ofrendas; el momento de recibir la comunión, que también se considera procesión de los fieles. Además hay procesiones litúrgicas con motivo de ciertas festividades: la del 2 de febrero (Candelaria) que conmemora la Presentación del Señor en el Templo; la del Domingo de Ramos (palmas) que conmemora la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén; las de la Vigilia Pascual con el rito del Lucernario. Otras tienen carácter votivo (como la del Corpus o las de rogativas).
La procesión penitencial de las cofradías recibe el nombre de estación de penitencia. Debemos aclarar que el objetivo de las Cofradías al salir a la calle es hacer pública estación de penitencia. La palabra estación significa parada, en este caso se refiere a la parada solemne que hacen al llegar a la catedral, antiguamente a otras iglesias o santuarios. Así entendido el término estación se comprende mejor cuando se habla de las estaciones del Vía Crucis. Estación es pues lo contrario de procesión, que significa “avanzar caminando”. La cofradía procesiona y hace estación.
Fue en la Edad Media cuando la piedad popular amplió el número de procesiones votivas que alcanzaron su punto álgido durante la época barroca, tanto para honrar a los santos como para meditar los aspectos de la pasión. Los riesgos que tienen se refieren a que estas manifestaciones prevalezcan sobre los sacramentos, que quedarían relegados a un segundo plano o a considerar la procesión como el acto culminante de la Liturgia lo cual puede degenerar en convertir la procesión en mero espectáculo o acto folclórico cultural. Para evitar esa mala interpretación se impone una catequesis adecuada sobre el sentido de las procesiones, en un triple sentido: teológico, como sentido de pueblo de Dios en marcha camino de la Jerusalén celeste: litúrgico, procurando que haya representación eclesiástica en la presidencia y con oraciones al inicio y al terminar, portando velas los asistentes; antropológico, poniendo de manifiesto el significado de procesión como camino que se hace juntos participando en el mismo clima de oración.

Jesús Luengo Mena, Lector instituido

FORMACIÓN: LA ICONOGRAFÍA MARIANA EN SU VERTIENTE DOLOROSA

La iconografía de la Virgen admite algunas variantes aunque es menos rica que las escenas cristíferas pasionarias. Se puede reducir a estos modelos: Amargura, Dolorosa, Quinta Angustia, Piedad, Virgen Afligida y Soledad.
La Amargura es una composición en la que iconográficamente debe aparece con san Juan en el paso, escenificando su caminar por la Vía Dolorosa al encuentro de su Hijo que el discípulo predilecto le señala con el dedo. Representa el momento en que la Virgen, acompañada de san Juan y ajena aún a la condena de su Hijo escucha en la llamada Sacra Conversación la noticia que le comunica el apóstol sobre la situación de Jesús y ambos se dirigen a la calle de la Amargura para contemplar el paso de Jesús cargado con la cruz camino del Gólgota. La escena que se nos presenta no es evangélica y solamente Lucas narra el encuentro de Jesús con las mujeres de Jerusalén (Lc 23, 27-31) pero no con su Madre. “La fuente hay que buscarla en uno de los textos más influyentes en la conformación iconográfica de la Pasión: el Evangelio de Nicodemo. En su recensión B (una versión tardomedieval del original) se nos dice que Juan había seguido el cortejo de Jesús y los soldados para luego correr en busca de la Madre que nada sabía. Al oír ésta el relato quedó transida de dolor y acompañada del apóstol, María Magdalena, Marta y Salomé se dirigió a la calle de la Amargura.
Es la representación mariana más frecuente en nuestras hermandades y aunque acompañada por san Juan aparece hoy día solamente en algunos pasos en siglos pasados fue mucho más frecuente, incluso con la compañía de la Magdalena. Para un mayor lucimiento de la imagen de la Virgen con el paso del tiempo se han ido retirando esas figuras.
La Dolorosa es una Virgen en el Calvario, presenciando el suplicio y muerte de su Hijo. En este modelo iconográfico la Virgen puede aparecer con más figuras y asimismo puede o no ir bajo palio. La Virgen lleva pañuelo para secar sus lágrimas y puñal en el pecho. Esta devoción a los dolores de la Virgen hunde sus raíces en la época medieval y fue especialmente propagado por la Orden servita, fundada en 1233. También hay varias imágenes con la advocación de Dolores o Mayor Dolor que procesionan bajo palio.
La Quinta Angustia representa el momento del descendimiento de la cruz para ser colocado el cuerpo del Hijo en el regazo de la madre.
A continuación aparecería la Piedad que es el momento en que la Virgen tiene a Cristo muerto en su regazo. La más universal es la que cinceló Miguel Ángel para el Vaticano.
La Virgen Afligida es la de la traslación al Sepulcro y por último la Soledad, sola al pie de la cruz.
No obstante lo anterior, se suelen denominar popularmente como “dolorosas” a prácticamente todas las imágenes marianas que procesionan en Semana Santa, lo hagan o no bajo palio.
No abordamos en este artículo otros modelos iconográficos marianos como la Letífica (en actitud alegre), Glicophiloussa (acariciando al Niño) o la Galactotrophoussa (amamantando al Niño) y otras más ya que son propias de imágenes de gloria.

Jesús Luengo Mena, Vicette de la Hdad de Jesús Despojado y Lector instituido

EL VÍA CRUCIS

El Vía Crucis cuaresmal y el Vía Lucis, su equivalente pascual, son formas de devoción popular muy queridos, especialmente el ejercicio del Vía Crucis en el cual se recorren los momentos más sobresalientes de la Pasión y Muerte de Cristo a través de sus catorce estaciones.
ORACIONES INICIALES
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén.
Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro.En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
I. Primera estación
Jesús condenado a muerte
II. Segunda estación
Jesús es cargado con la Cruz
III. Tercera estación
Jesús cae por primera vez
IV. Cuarta estación
Jesús se encuentra con su Madre
V. Quinta estación
Jesús es ayudado por el Cirineo
VI. Sexta estación
La Verónica seca el rostro de Jesús
VII. Séptima estación
Jesús cae por segunda vez
VIII. Octava estación
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
IX. Novena estación
Jesús cae por tercera vez
X. Décima estación
Jesús es despojado de sus vestiduras
XI. Undécima estación
Jesús es clavado en la Cruz
XII. Duodécima estación
Jesús agoniza en la Cruz
XIII. Decimotercera estación
Jesús muerto en brazos de la Virgen
XIV. Decimocuarta estación
Jesús es sepultado
A cada estación se suele añadir un pasaje evangélico, si lo hay, y una meditación que concluye con la frase ¡Te adoramos Cristo y te bendecimos¡ respondiendo el pueblo ¡Porque por tu santa Cruz redimiste al Mundo¡ y se reza un Padrenuestro aunque se puede añadir Avemaría y Gloria. Como el lector ya sabrá, hay algunas estaciones del Vía Crucis (como el relato de las caídas, la Verónica o el despojo de las vestiduras) están tomadas de los Evangelios apócrifos aunque la tradición cristiana las ha asumido como ciertas.
Jesús Luengo Mena, Lector instituido

Motivo de las fechas del calendario litúrgico

Ahora que estamos comenzando un nuevo Año litúrgico es un momento oportuno para conocer el motivo de las fechas litúrgicas más relevantes que la Iglesia celebra a lo largo del año, sin ánimo de agotar toda la casuística.

La primera fiesta del cristiano es el domingo, fiesta primordial de precepto, (CDC 1246) y fundamento y núcleo de todo el año litúrgico. El domingo es el día del Señor, Pascua semanal. La palabra domingo viene del latín «dominicus», «dominica dies», Día del Señor. “La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio cada ocho días, en el día que es llamado, con razón, día del Señor o domingo. En ese día los, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios que los hizo renacer a la viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo” (SC 106).

No hay pues ninguna fiesta más importante que el domingo y entre ellos el domingo pascual, eje del año litúrgico. Las fiestas que la Iglesia considera como muy importantes –las solemnidades– se igualan al domingo, no al revés.

Podemos distinguir, hablando del calendario, dos tipos de fiestas: unas variables, que se celebran dependiendo del domingo pascual y otras festividades fijas, como son las del ciclo de Navidad, las de la Virgen y las de los santos.

El domingo más importante del año es el Domingo de Resurrección. Su fecha se fija quedó fijada por el Concilio de Nicea reunido el año 325 que dispuso que la Pascua se celebrase el domingo posterior al primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena –Parasceve– que haya después del 22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección es fiesta variable, ya que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Una vez fijado el domingo pascual de cada año se establecen los demás tiempos movibles y sus fiestas: el tiempo pascual (cincuenta días posteriores que culminan en el domingo de Pentecostés) y el tiempo cuaresmal (cuarenta días atrás comenzando el Miércoles de Ceniza). La Ascensión se celebraba a los cuarenta días de Pascua –hoy pasada al domingo posterior–. De la fecha del domingo de Pentecostés dependen las de la Santísima Trinidad –domingo siguiente de Pentecostés–el Corpus Christi a los diez días de Pentecostés –también trasladado al domingo posterior– y el Sagrado Corazón el viernes del II domingo posterior a Pentecostés. Así pues hoy día existen cuatro domingos consecutivos con fiestas importantes relacionadas con el ciclo de Resurrección: Ascensión, Pentecostés, Trinidad y Corpus, estas dos últimas ya en el llamado Tiempo Ordinario. Asimismo, en España se celebra el jueves posterior a Pentecostés la fiesta de Jesucristo como Sumo y Eterno Sacerdote, introducida para España en 1973.

Por el contrario, el tiempo de Adviento-Navidad tiene fechas fijas, salvo el primer domingo de Adviento, que será siempre el más cercano al treinta de noviembre. La Natividad del Señor se celebra el veinticinco de diciembre. Por lógica, nueve meses antes –el tiempo de una gestación normal– celebramos la fiesta de la Anunciación del Señor (o sea, el momento de su concepción). También se relaciona con la fecha de la Navidad la fiesta de la Presentación del Señor al Templo, la popular Candelaria, que celebramos a los cuarenta días del parto –el dos de febrero–. Era el rito de purificación de la mujer recién parida, que en la tradición hebrea quedaba impura durante la cuarentena, rito al que se unía la presentación de los hijos al templo.También en las fiestas de Virgen hay dos que se relacionan en sus fechas con su nacimiento y concepción inmaculada. Si el ocho de diciembre celebramos la solemnidad de la Concepción Inmaculada de María es lógico que nueve meses después celebremos su Natividad, el ocho de septiembre. La solemnidad de María como Madre de Dios el uno de enero es como un eco mariano de la Navidad –culminando la octava–.

Las fiestas de los santos se suelen celebrar en el día de su muerte o martirio, su “dies natalis”. Caso excepcional es el de San Juan Bautista, que tiene un lugar privilegiado en la liturgia ya que la Iglesia celebra tanto su nacimiento –el veinticuatro de junio– como su muerte –veintinueve de agosto–. La fecha de la Natividad del Bautista está en relación directa con la de Jesús: justo seis meses antes. El Bautista mismo afirmó que era preciso que él empequeñeciera para que Jesús se agrandara. La Iglesia lo interpreta colocando la fecha del Bautista en el solsticio de verano, cuando sucede el día más largo del año pero a partir de ahí empieza a decrecer y la Navidad coincidiendo con el día más corto del año pero cuando los días empiezan a crecer. Cristo es la luz del mundo.

En definitiva, la Iglesia ha puesto muchas de sus fiestas aprovechando el simbolismo que el trascurso del año astronómico le proporciona y ha adaptado algunas tomadas del calendario festivo romano –como la Navidad–.

Jesús Luengo Mena

LOS CULTOS EN LAS HERMANDADES

Los cultos que las hermandades dedican hoy día a sus titulares están recogidos claramente en sus Reglas. Entre sus fines se recoge en primer lugar el de "Dar culto público y asiduo a Dios Nuestro Señor Jesucristo y a su Santísima Madre la Virgen María, representados en nuestras Sagradas Imágenes".
Queda claro pues desde el principio que uno de los fines esenciales e irrenunciables de las hermandades es el de dar culto público a Dios y a la Virgen María, además de a sus devociones particulares. Esto debe saberse con claridad ya que algunas de las críticas que se hacen a las hermandades proviene del desconocimiento de sus fines. El culto a sus titulares es "lo suyo específico" estando lógicamente obligadas a realizar otras funciones (caridad, formación, catequesis) ineludibles para poder estar en línea con las exigencias de la Iglesia hoy en día.
Las hermandades tienen en honor a sus titulares principales (Cristo y Virgen) fundamentalmente cuatro formas de cultos: novenas, septenarios, quinarios y triduos. Estos cultos se rematan con la Función Principal, y solemne besamanos o besapié generalmente al domingo siguiente a la Función, llamada de Instituto, aunque hay numerosas excepciones. Si la Función es a la Virgen, el canto de la Salve al finalizar es habitual, como habitual es también el de repartir recordatorios en forma de fotos o estampas a los fieles que han acudido a la respectiva Función.
El desarrollo del triduo, quinario, septenario o novena sigue un esquema generalmente similar para todas las hermandades: rezo del Santo Rosario, ejercicio propio del Triduo o correspondiente, que consiste en una breve oración, algunas preces, peticiones dirigidas al titular al que se le dedica el culto y Santa Misa con Sermón. En algunas ocasiones hay Exposición del Santísimo y Bendición. Algunos quinarios o funciones tienen concedidas indulgencias.
La Función Principal consiste en Misa solemne con Sermón, y al Ofertorio Protestación de Fe, con juramento solemne de creer y defender las verdades más fundamentales de nuestra religión, con especial referencia a la defensa de la pureza inmaculada de la Virgen y posterior beso al Libro de Reglas con la Presidencia de la hermandad como testigos. Las Reglas ordenan que los hermanos deben portar la medalla de la hermandad en todos estos cultos. También las Reglas suelen incluir la fórmula de Protestación de Fe, que no es unitaria para todas las Hermandades, y a veces las oraciones del culto respectivo (Triduo, Quinario, etc).
No obstante, no todas las Hermandades siguen el mismo esquema en el desarrollo de sus cultos. Así, algunas en su quinario no celebran la Eucaristía, consistiendo el mismo en canto de entrada, Exposición del Santísimo, ejercicio de piedad propio del culto con oración al titular y sermón. Tras el mismo viene la parte eucarística con preces, bendición y canto final. En definitiva, son cinco días de preparación donde el Sermón tiene gran importancia formativa para culminar con la Función Principal, en la cual la Eucaristía y la comunión general suponen la culminación de lo que antes se han venido preparando durante los días precedentes los hermanos.
En realidad, los ejercicios de piedad (ya que no son otra cosa los Quinarios, Triduos y demás) tenían antiguamente un sentido de preparación, durante el cual mediante el Sermón, único medio de la Iglesia para transmitir sus mensajes evangélicos en aquellos tiempos, y mediante la meditación de los misterios de la Pasión, se invitaba al cofrade a una conversión, que culminaría recibiendo los Sacramentos del Perdón y de la Eucaristía en la Función Principal, que por eso recibía tal nombre. La celebración de la Eucaristía no es pues esencial en los ejercicios de piedad, aunque si es la culminación de esos cultos. En este sentido, podría afirmarse que la llamada Función Principal sólo lo es en la mayoría de los casos por la solemnidad o tradición, ya que en sentido estricto, al celebrar siempre la Eucaristía en rigor no puede decirse de una Eucaristía que sea más principal que otra.
Cierto es también que la práctica de la comunión frecuente es muy moderna, siendo en siglos pasados ésta una práctica más bien excepcional debido entre otras cosas al estricto ayuno eucarístico que había que guardar para comulgar (desde la medianoche anterior), lo cual no favorecía esta práctica y forzaba por añadidura la inexistencia de misa vespertina. Pío XII en 1953 mitigó el ayuno, que pasó primero tres horas y posteriormente a una hora antes (CDC 919).
El hecho generalizado hoy día de celebrar en el mismo acto el rezo del Santo Rosario, el ejercicio del Quinario, la Santa Misa con el Sermón y a veces la bendición con el Santísimo prolongan en demasía la duración de algunos cultos, confundiendo la larga duración con la solemnidad, cuando más bien puede caerse en pesadez o aburrimiento. Es claro que la calidad del culto no depende del tiempo sino de la intensidad y participación de los fieles.

Jesús Luengo Mena, Lector instituido y Vicette de la Hermandad de Jesús Despojado

EL MIÉRCOLES DE CENIZA

El Miércoles de Ceniza es un día privilegiado litúrgicamente hablando, ya que en la tabla de los días litúrgicos según la precedencia aparece en el segundo grupo, al mismo nivel que los domingos de Adviento o la octava de Pascua por ejemplo. En ese día comienza uno de los llamados “tiempos fuertes”: la Cuaresma. Es día de ayuno y abstinencia (como el Viernes Santo) y la Liturgia nos presenta presenta el rito, característico, de la imposición de la ceniza.
En la Misa de ese día se bendice y se impone la ceniza, hecha de los ramos de olivo o de otros árboles, bendecidos el año precedente. Se omite el acto penitencial, que se sustituye por la imposición de la ceniza, después de la homilía. Tras una oración impone en la cabeza o la frente la ceniza a los presentes con cualquiera de las dos fórmulas que propone el Misal: “Convertios y creed en el Evangelio” o bien “Acuérdate de que polvo eres y al polvo volverás”. Es conveniente que el sacerdote presidente también se la imponga o le sea impuesta por algún fiel. Debe ser el primero en dar ejemplo de que se suma también a ese camino de conversión.
Después sigue la Oración de los fieles y comienza normalmente la Liturgia eucarística. No se dice el Credo.

También existe la posibilidad de imponer la ceniza fuera de la misa. En este caso debe ir acompañado el rito con una Liturgia de la Palabra.

Los días posteriores a este miércoles, hasta el primer domingo de Cuaresma, se llaman jueves, viernes y sábado después de Ceniza. El color morado de las vestiduras sagradas es el propio de este tiempo.Haciendo un poco de historia de este rito al principio se limitaba a los penitentes públicos, o sea, al grupo de pecadores que recibirían la reconciliación el Jueves santo. Desde el siglo XI comenzó a aplicarse este rito a todos los cristianos. Toda la comunidad se reconocía pecadora y se convirtió en un gesto de conversión cuaresmal.

La ceniza nos recuerda nuestra condición débil y caduca. Además, somos pecadores.

En el Antiguo Testamento hay numerosos ejemplos del uso de la ceniza como elemento penitencial y de arrepentimiento, Baste esta cita: “Josué desgarró sus vestidos, se postró rostro en tierra y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas y oraban a Yahve” (Jos7,6).

Jesús Luengo Mena

FORMACIÓN: LA CUARESMA

Cuarenta días antes del Domingo de Ramos empieza el tiempo de Cuaresma, que la Iglesia instituye para prepararnos a celebrar los misterios de la Pasión. Desde fines del S. II ya existe en la Iglesia un período de preparación a la Pascua, observado con días de ayuno y penitencia.
Este ayuno de cuarenta días se observaba desde la sexta semana antes de Pascua, pero habiendo por medio seis domingos (días siempre festivos y nunca penitenciales) y para completar el número simbólico de cuarenta días de penitencia (cuarenta años fue la peregrinación del pueblo de Israel en el desierto, cuarenta horas permaneció Jesús muerto, cuarenta días duró el diluvio, cuarenta días estuvo Moisés en el Sinaí) se amplió al miércoles anterior.
Más tarde se añadieron otros domingos de preparación a la Cuaresma (Quincuagésima, Sexagésima y Septuagésima, hoy suprimidos). Era en Cuaresma la época en que los catecúmenos que se iban a bautizar en la Vigilia Pascual se preparaban intensamente para recibir el Sacramento. También, en el Miércoles de Ceniza, eran separados públicamente de la Asamblea los pecadores, imponiéndoseles la ceniza y obligándoseles a la penitencia pública, generalizando la costumbre de la imposición de la ceniza a todos los fieles el papa Urbano II en el Sínodo de Benevento del año 1001. La Constitución litúrgica (SC 109) recuerda el carácter bautismal y penitencial de la Cuaresma. Es la época del "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15)
Abarca pues desde el Miércoles de Ceniza hasta el Triduo pascual. El computo matemático total en la actualidad suma cuarenta y cuatro días, incluidos el Miércoles de Ceniza y el Jueves Santo. Dentro de la Cuaresma entran las siguientes fiestas:
* Solemnidad de san José, el diecinueve de marzo.
* La Anunciación del Señor, el veinticinco de marzo (Este año 2008 sin embargo no será así).
La SC nos recuerda el doble carácter de la Cuaresma: penitencial y bautismal. Insiste en la escucha asidua de la palabra y en la dedicación a la oración. Teológicamente el protagonista de la Cuaresma es Cristo (se retira al desierto a orar, se encuentra con la samaritana y la salva, cura al ciego, etc). Él es el dueño de la historia y avanza hacia la Pascua sembrando la Salvación.
La trilogía cuaresmal que la iglesia nos propone consiste en limosna, oración y ayuno.
En cuanto a normas litúrgicas y orientaciones pastorales propias de este tiempo podemos puntar algunas:
* En general se debe buscar en el tiempo cuaresmal la mayor austeridad posible, tanto para el altar como para los demás lugares y elementos celebrativos.
* El contraste entre esta austeridad cuaresmal y las maneras festivas que se ofrecerán al llegar la Pascua (Pascua=paso) ayudarán a captar este concepto de "paso".
* En este tiempo hay que suprimir las flores, la música instrumental (salvo si es imprescindible para acompañar el canto) y los adornos.
* Una celebración comunitaria de la Penitencia es muy recomendable, con confesión personal como preparación inmediata al Triduo Pascual, así como el ejercicio del Vía Crucis.
* En la Misa se omite siempre el Aleluya.
* Se dicen los prefacios de Cuaresma (excepto las fiestas que los tengan propios).
* Los domingos se omite el Gloria.
* Antes del Evangelio, el lugar del Aleluya se puede hacer una aclamación a Cristo.
* El acto penitencial de la Misa debe destacarse.
* El miércoles de Ceniza y el Viernes Santo hay que guardar abstinencia de carne y ayuno.
* Los viernes de Cuaresma (y todos los del año) son días penitenciales de abstinencia. Esta puede ser sustituida por alguna práctica religiosa: lectura de la Sagrada Escritura, limosna penitencial, obras de caridad o piedad, etc.
* En el miércoles de Ceniza, la imposición de la ceniza debe hacerse después del Evangelio y la homilía. Por ese motivo en la Misa de ese día se omite el acto penitencial. Es recomendable que el sacerdote presidente se imponga a sí mismo la ceniza o que alguno de los fieles se adelante a imponérsela: debe dar ejemplo de que, como signo visible de Cristo en la comunidad, se incorpora también a su camino de Pascua.
* El sexto domingo de Cuaresma se llama domingo en la Pasión del Señor o de Ramos (antes de la reforma litúrgica se conocía por el nombre de Domingo de Pasión al anterior a Ramos, día del tradicional Pregón de la Semana Santa en Sevilla).
* Las vestiduras son, como en Adviento, moradas.
Resumiendo pues, en Cuaresma se debe buscar la mayor austeridad posible como tiempo penitencial propio tanto en el exorno de los altares como en los demás elementos celebrativos, suprimiendo flores y cánticos. En la antigua liturgia hispánica, en este tiempo se cubría el altar con un paño de saco. Se omite siempre el "Aleluya" y está mandado suprimir los adornos y las flores, excepto el domingo IV llamado de Laetare por su Introito (ese domingo se pueden usar ornamentos rosas), omitiéndose los domingos el "Gloria". Es tiempo adecuado para realizar celebraciones comunitarias de la Penitencia. El ayuno está limitado al Miércoles de Ceniza y al Viernes Santo, y la abstinencia de carne los días anteriores y a todos los viernes del año, no sólo los cuaresmales, ya que el CDC no hace distinción alguna entre unos viernes u otros (CDC 1.250 y siguientes). No obstante, el ayuno y la abstinencia pueden ser sustituidos por otra práctica penitencial como obras de caridad o de piedad, limosnas, lecturas de las Sagradas Escrituras, etc (Artículo 13.2 del Decreto general sobre Normas Complementarias al Nuevo Código de Derecho Canónico de 26/11/83).
Jesús Luengo Mena

EL AÑO LITÚRGICO

El ritmo semanal con el domingo como día central es el primer eslabón de la cadena del Año litúrgico. Con el tiempo, un domingo destacó sobre los demás: fue el domingo de Pascua. En rigor, todos los domingos del año son domingos pascuales, pascua semanal. La Iglesia desde el S. V ha impuesto la obligación de santificar el día del Señor, día que comienza en las Vísperas, o sea, en la tarde anterior (sábado) siguiendo la costumbre judía de contar los días. También las solemnidades comienzan en la Víspera. Por este motivo la misa vespertina del sábado "vale" para cumplir el precepto dominical porque en rigor ya es domingo (CDC 1247-1248).
El domingo pascual, núcleo del Año litúrgico, quedó fijado por el Concilio de Nicea reunido el año 325 que dispuso que la Pascua se celebrase el domingo posterior al primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del 22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección es fiesta variable, ya que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Los poetas y pregoneros muy acertadamente han aprovechado esta circunstancia para decir que la luna sale a ver a la Macarena o que la luna se asoma para ver al Gran Poder aunque es justamente lo contrario, salen cuando hay luna. Una vez fijado el domingo pascual de cada año se establecen los demás tiempos movibles y sus fiestas: el tiempo pascual (cincuenta días posteriores) y el tiempo cuaresmal (cuarenta días atrás) además de las solemnidades que dependen de la fecha de Pentecostés (Santísima Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón).
El Año Litúrgico puede decirse que se compone de tiempos “fuertes”(Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua) en los cuales se celebra un misterio concreto de la historia de la Salvación y otro tiempo llamado Tiempo Ordinario en el cual no se celebra ningún aspecto concreto sino más bien el mismo misterio de Cristo en su plenitud, especialmente en los domingos. Este Tiempo Ordinario transcurre partido y dura treinta y tres o treinta y cuatro semanas.
TIEMPO DE ADVIENTO. El año litúrgico comienza en las vísperas del primer domingo de Adviento, que es siempre el domingo más cercano al día 30 de noviembre, festividad de san Andrés. Dura cuatro semanas con sus respectivos domingos.
TIEMPO DE NAVIDAD. Abarca desde el veinticinco de diciembre hasta el domingo posterior a la Epifanía(6 de enero). Ese domingo celebramos el bautismo del Señor.
TIEMPO ORDINARIO, PRIMERA PARTE. Abarca desde el lunes posterior a la fiesta del Bautismo del Señor hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza.
TIEMPO DE CUARESMA. La Cuaresma, tiempo de preparación para la Pascua de Cristo, es un tiempo claramente penitencial. "Actualmente, el cómputo matemático hace de nuestra Cuaresma un período de cuarenta y cuatro días, incluidos el miércoles de Ceniza y el Jueves Santo" (Jesús Castellano). Incluye cuarenta días de penitencia, excluyendo los cinco domingos de Cuaresma y el de Ramos (el domingo siempre es día festivo) y añadiendo los días del Viernes y Sábado Santo, ya en pleno Triduo Pascual. En sentido estricto, la Cuaresma abarca desde el miércoles de Ceniza hasta la misa vespertina de la Cena del Señor del Jueves Santo (NUALC 29).
SEMANA SANTA. Es la semana que abarca desde el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor hasta la Vigilia Pascual del Sábado Santo. Incluye al Triduo Pascual, que comienza con la Misa vespertina en la Cena del Señor, del Jueves Santo y se prolonga Viernes, Sábado Santo y el domingo pascual. Triduo del Señor muerto, enterrado y resucitado. Es un error muy extendido hoy día seguir llamando Domingo de Pasión al domingo anterior al de Ramos (V de Cuaresma) cuando hoy día el domingo de Pasión es el mismo del de Ramos ya que se denomina Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.
TIEMPO PASCUAL. Abarca los cincuenta días posteriores a Pascua de Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el domingo pascual, y se distinguen tres períodos:* Octava de Pascua, que son los ocho días posteriores y deben considerarse como un solo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de Pascua.* Tiempo Pascual hasta la Ascensión* Tiempo Pascual después de la Ascensión.El domingo de Pentecostés, que se celebra a los cincuenta días de Pascua, es el colofón del ciclo pascual, no debe pues considerarse como una nueva Pascua.
TIEMPO ORDINARIO, SEGUNDA PARTE. Abarca desde el lunes posterior a Pentecostés hasta las Vísperas del primer domingo de Adviento. El domingo anterior al primero de Adviento, último del Año litúrgco, celebramos la solemnidad de Cristo Rey.Los días que no son domingos de cualquier tiempo se llaman ferias. Según la costumbre latina, el lunes recibe el nombre de "feria segunda" y así sucesivamente hasta la feria sexta (viernes). Recuérdese el nombre tan clásico y venerable de "feria V in Coena Domini" al Jueves Santo y el de "feria VI in Passione Domini" al Viernes Santo. El sábado tiene su nombre propio heredado de los judíos (Sabbat que significa descanso). El dies domínica, (kyriaké emera) es el domingo, el día del Señor. Ese día fue el de la resurrección de Cristo. Así nos lo cuentan los evangelistas (Mateo 28.1-7; Marcos 16. 1-8; Lucas 24.1-12; Juan 20. 1-10). Es también ese día el elegido por Jesús Resucitado para aparecerse a sus discípulos en el camino de Emaús y en el Cenáculo. También al domingo se la ha llamado el “octavo día” por los Padres de la Iglesia, haciendo referencia al tiempo nuevo que abre la resurrección y en otro sentido se le ha llamado el “tercer día” si se mira desde la perspectiva de la Cruz. De los simbolismos expuestos considerarlo como primer día de la semana será el más importante.
Terminamos con las palabras que la Constitución Litúrgica del Vaticano II (S.C.) nos dice sobre el año litúrgico:"La Santa Madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana en el día que llaman del Señor, conmemora su resurrección, que una vez al año celebra, junto con su santa pasión, en la solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor. Conmemorando así los misterios de la redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación.
En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo... Además, la Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los mártires y de los demás santos que, llegado a la perfección por la multiforme gracia de Dios, y habiendo ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza de Dios en el cielo e interceden por nosotros" (Sacrosanctum Concilium 102, 103, 104).

JESÚS LUENGO MENA, LECTOR INSTITUIDO
Siglas empleadas:CDC: Código de Derecho CanónicoNUALC: Normas Universales para el Año Litúrgico.SC.: Sacrosanctum Concilium

JUVENTUD DE PRESENTE Y DE FUTURO

Por: Francisco Javier Parrado Lira, Hermano Mayor de la Hermandad del Sol de Sevilla

El tema de la Juventud en las hermandades es una batalla que en muchos casos se está perdiendo por falta no ya de atención ó de aliento sino de adaptación de nosotros mismos a lo que nuestra juventud, la de nuestra época, reclama ó necesita.

Al igual que las hermandades se tienen que adaptar a los tiempos y se ha pasado, por ejemplo, en mayordomía de los manguitos al ordenador con el programa de contabilidad ó en secretaría a las bases de datos y las plantillas para los escritos, también las diputaciones de juventud y formación deben modernizarse y cambiar el “chip” para primero entender y comprender lo que nuestros jóvenes buscan y segundo para saber realizar actividades orientadas a esa búsqueda que la generación actual necesita.

Sabedores que las bandas de música son un aliciente que posibilita que muchos jóvenes estén reunidos de forma sana en lugar de hacer otras cosas menos plausibles, no a todos los jóvenes les llama la atención el pentagrama por lo que se deben buscar nuevas fórmulas, alternativas a las tradicionales charlas, conferencias ó proyecciones que siendo adecuadas no llaman suficientemente la atención para que la juventud se acerque a la hermandad en gran número.

Alternativas existen como la informática, el diseño web ó fotográfico, las excursiones a lugares que ellos puedan decidir, porque ahí está la cuestión, la juventud actual está lo suficientemente preparada para que puedan decidir por ellos mismos sólo hay que darles el medio y los instrumentos para que desarrollen actividades con la suficiente libertad para que puedan también sentirse igualmente responsables.

Y en lo que a las cuestiones internas de la hermandad se refiere también debemos cambiar nuestra mentalidad para ofrecerles no que limpien la plata ó colaboren mínimamente de forma meramente testimonial, démosles responsabilidad y libertad a partes iguales para que ellos puedan también ayudar al desarrollo de la corporación de una forma real, si no introducimos a la juventud en nuestras hermandades de una forma completa y leal, el futuro de las mismas puede correr un serio peligro. La perdida de valores de nuestra sociedad y el alto nivel de laicismo suponen un problema añadido al que únicamente podemos combatir con el ofrecimiento de un programa lo suficientemente atractivo y real para el enriquecimiento formativo de nuestra juventud sin perder de vista los gustos, modas y cambios que se producen en la generación que al fin y al cabo debe mantener en el futuro el legado que nosotros recibimos de nuestros mayores y para ello es necesario que la preparemos desde ahora mismo.

FÓRMULA DE JURAMENTO DE ESTATUTOS DURANTE LA FUNCIÓN PRINCIPAL DE INSTITUTO

En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas realmente distintas y un solo y verdadero Dios. Amén.

Notorio y público sea que nosotros, los Hermanos de la Antigua y Venerable Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, Aguas y Buen Viaje y Nuestra Señora de la Amargura, en este día en que, siguiendo la práctica y tradición gloriosa de nuestros mayores y las Ordenanzas de nuestros Estatutos, nos reunimos para celebrar con toda solemnidad la Función Principal de nuestro Instituto y hacer colectivamente y de modo público la Profesión de nuestra Santa Fe como hijos fidelísimos de nuestra Santa Madre la Iglesia: Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana, en la presencia de Dios Nuestro Señor, y ante las Sagradas Imágenes de nuestra Hermandad, de todo corazón y de modo unánime decimos: Que creemos firmemente y confesamos a un solo Dios Todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra, y en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; y nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilatos; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; resucitó al tercer día de entre los muertos; subió a los Cielos y está sentado a la derecha del Padre; desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creemos en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.

Igualmente afirmamos, creemos y confesamos la real, verdadera y sustancial presencia de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía y que la Santísima Virgen María fue, en virtud de los méritos de su Hijo, Nuestro Redentor, preservada desde el primer instante de su bendita concepción, de toda mancha de pecado original. También confesamos, afirmamos y creemos que esta Excelsa Señora, Madre de Dios y Madre nuestra, terminado el curso de su vida temporal, fue llevada en cuerpo y alma a los Cielos. Y para mayor Gloria de Nuestro Señor Jesucristo y de su Madre Bendita a la que profesamos un singular amor y ardiente devoción, hacemos solemne voto y juramento, sujetos siempre al magisterio de la Iglesia nuestra Madre, que la Santísima Virgen es nuestra Intercesora ante el trono de Dios y Mediadora materna de todas las gracias que el Señor derrama sobre nosotros, así como su Hijo es Mediador entre el Padre Celestial y la Humanidad por Él redimida y en esta Fe queremos siempre vivir, y en ella esperamos morir y por la misericordia de Dios y la intercesión de la Santísima Virgen de la Amargura, gozar algún día de las delicias inefables de la Gloria Eterna.

Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

La medalla de San Benito

La medalla presenta, por un lado, la imagen del Santo Patriarca, y por el otro, una cruz, y en ella y a su alrededor, las letras iniciales de una oración o exorcismo, que dice así (en latín y en castellano):


Crux Sancti Patris Benedicti
Cruz del Santo Padre Benito
Crux Sacra Sit Mihi Lux
Mi luz sea la cruz santa,
Non Draco Sit Mihi Dux
No sea el demonio mi guía
Vade Retro Satana
¡Apártate, Satanás!
Numquam Suade Mibi Vana
No sugieras cosas vanas,
Sunt Mala Quae Libas
Pues maldad es lo que brindas
Ipse Venena Bibas
Bebe tú mismo el veneno.

LITURGIA Y HERMANDADES

II ENCUENTRO LOCAL DE JUVENTUD COFRADE. PUERTO REAL. OCTUBRE 2006

Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez

1. LA COFRADÍA EN LA CALLE. NOCIONES BÁSICAS

Vamos a dar algunos conceptos básicos sobre lo que debe ser una cofradía en la calle, seguro que la mayoría de ellos os son familiares pero no está de más revisarlos y conocer algo más de su razón, muchas veces hacemos las cosas sin preguntarnos por qué cuando en el caso de las cofradías la mayoría de las cosas que se hacen tienen su razón de ser, en la mayor parte de las veces desde el punto de vista de la Liturgia.

Desde el momento en que se inicia la Estación de Penitencia, la Asociación deja de llamarse Hermandad y pasa a llamarse Cofradía. La Cofradía se divide normalmente en dos cortejos ó cuerpos: el cortejo del Señor y el cortejo de la Virgen; aunque hay cofradías que sacan más ó menos pasos. Cada cortejo se divide en tramos ó secciones separadas por insignias. Las secciones están compuestas por los hermanos de fila llamados penitentes ó nazarenos que van entre una insignia y otra portando cirios o codales (también llamados portacirios) y que se corresponden con los llamados hermanos de luz de la antigüedad. Los cirios se llevan levantados y apoyados en la cintura hacia adentro, cuando la procesión se para, se bajan los cirios y se apoyan en el suelo verticalmente, aunque en algunas hermandades de las llamadas serias el cirio está siempre suspendido del suelo. Dependiendo del carácter más ó menos serio de la cofradía, los penitentes se situarán ó no de espaldas al público cuando para la procesión. El número de penitentes en las secciones varía de una cofradía a otra pero suele rondar los 10 ó 20 por sección. La primera sección de toda cofradía está compuesta por los hermanos de fila (penitentes) que van entre la Cruz de guía y el Senatus (ó Banderas). Entre la primera y segunda sección se suelen colocar los hermanos de corta edad, en otras hermandades se les viste de monaguillos y se les reparte a lo largo del cortejo, utilizándoseles para el encendido de las velas de los penitentes.

La vestimenta del penitente está normalmente formada por la túnica (que a su vez puede tomar la forma del hábito monacal o ser de cola), el cinturón ó cíngulo, el capirote y el antifaz; el cual suele llevar en su parte delantera bordado el escudo de la cofradía. En muchos lugares se suele usar el término túnica para referirse a la vestimenta completa del penitente. Además, en algunas cofradías se exige determinado calzado (negro, sandalias, etc), botonaduras o guantes (sobretodo en las de capa). En otras cofradías la capa con el escudo bordado forma también parte de la vestimenta del penitente, aunque en muchos casos la capa suele estar reservada a los miembros de la Junta de Gobierno o aquellos que porten insignias o las acompañen. Por supuesto, otro elemento que no debe faltar en la vestimenta del penitente es la medalla de la hermandad (en otros casos se sustituye por un Escapulario), la cual cuelga del cuello por medio de un cordón y debe ir por dentro en la procesión. Las medallas suelen ser plateadas, reservándose las doradas para los miembros de la Junta de Gobierno, aunque tampoco hay una regla fija para esto.

2. LAS INSIGNIAS

Con el nombre de insignias, atributos ó enseres se conoce indistintamente en el mundo cofrade a toda una serie de elementos distintivos de las hermandades. El término más adecuado desde el punto de vista etimológico es el de insignia ya que según el RAE sería el emblema distintivo de una corporación además de toda bandera, estandarte, imagen ó medalla de una institución religiosa. Así, utilizamos el término “altar de insignias” para definir al montaje ornamental en forma de capilla que hacen las hermandades de las insignias antes de la salida procesional. Los otros términos son algo más imprecisos ya que, por ejemplo, el término atributo se utiliza más actualmente para definir los elementos identificativos que se colocan directamente sobre las imágenes tales como coronas, ráfagas, potencias, clavos, puñales, etc.; mientras el término enseres (siempre en plural, el singular no existe en la lengua castellana) se usa para definir a las herramientas propias de un oficio.

Vamos a pasar a hacer un análisis de las diferentes insignias que se utilizan en la Estación de Penitencia de nuestras hermandades y cofradías, para una mayor comprensión de su sentido, significado y ubicación dentro del cortejo, siempre desde la perspectiva de que las hermandades son asociaciones laicas de la Iglesia y, por tanto, atenidas a sus ritos y enseñanzas, que sacan en penitencia a la calle sus pasos a modo de altares como demostración pública de fe. De todos modos, hay que entender y respetar las peculiaridades de cada lugar, a pesar de que no guarden un sentido litúrgico ó lógico. No hay que olvidar que este tema es fruto de una evolución a lo largo de los siglos y que, en diferentes lugares la evolución ha sido distinta.

Se dice que la insignia es un Guión cuando tiene forma de bandera maciza colgada por el lateral y Bandera (o banderín, dependiendo del tamaño) cuando la misma cuelga desde arriba hacia abajo formado por tanto diversos pliegues. De todos modos, en Cádiz estos términos se usan de modo distinto como ya veremos más adelante.

La regla a utilizar para el acompañamiento de los enseres en el cortejo procesional es que se iluminan, aparte de los pasos como altares en la calle que son, todas las insignias que hagan referencia a la Santa Cruz (Cruz de Guía y Cruz Parroquial), Santísimo Sacramento (Banderas ó Estandartes en referencia al culto que se le rinde al Santísimo Sacramento por parte de determinadas cofradías) y a los Dogmas de Fe marianos (Virginidad de María, Maternidad de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción). De todos modos, la mayoría de las cofradías suelen también iluminar las Verdades Fundamentales sobre María aun sin ser Dogmas de Fe (Corredentora, Mediadora Universal, Madre de la Iglesia y Reina de todo lo creado), cosa que demuestra una vez más como en determinados asuntos las cofradías van algo por delante de la jerarquía como ya pasó con la defensa de los ya Dogmas de la Inmaculada Concepción y Asunción. El tamaño del farol debe ir en consonancia con la insignia que acompaña.

Nota: Dogma es una proposición de fe que ha de ser aceptada obligatoriamente. Negar un dogma es negar la fe. Verdad Fundamental es algo que la Iglesia admite como cierto.

El resto de las insignias se acompañan de varas. Las varas, también llamadas pértigas (en algunos sitios se les llama incluso insignias), son eso, varas cilíndricas, repujadas o no (de metal o madera barnizada rematada por partes metálicas), y coronadas con un símbolo relativo a la cofradía (normalmente el escudo corporativo); a esta parte de la vara se le llama galleta. Al casquillo liso ó repujado que llevan las varas en sus extremos se le llama regatón.

ANEXO.- Dogmas de Fe y Verdades Fundamentales Marianas.
Los dogmas Marianos son cuatro:
1.- María, Madre de Dios.
2.- Maria, Madre Virgen.
3.- Maria, Inmaculada.
4.- Maria, Asunta en cuerpo y alma al cielo.

Las Verdades Fundamentales sobre María también son cuatro:
a.- Maria, Corredentora.
b.- Maria, Reina.
c.- Maria, Madre espiritual. Madre de la Iglesia y de todos los hombres.
d.- Maria, Mediadora Universal.

3. ORDEN DEL CORTEJO

Vamos a hacer una descripción de los que sería el cortejo de una cofradía con dos pasos, en el caso de que la cofradía lleve un solo paso, las insignias del cortejo de la virgen (si existen) se colocan inmediatamente después de las correspondientes al cortejo del Señor, justo antes del Libro de Reglas. Así, la Cruz Parroquial iría tras la Bandera Sacramental. Como ya hemos comentado, quizás habría que pensar en colocar el Simpecado justo antes del Estandarte corporativo, pero de acuerdo a la tradición, lo dejaremos delante en el cortejo de la Virgen.

Por cierto, en el caso de sacar otros pasos, especialmente para el de San Juan, la colocación correcta es tras el paso de Cristo o Misterio, ya que San Juan acompañó a la Virgen. En ese cortejo sólo deberán ir insignias referentes a dicho santo escoltadas por varas y, como se verá más adelante, cuatro ciriales y el pertiguero en caso de llevar cuerpo de acólitos.
2.1.Cortejo del Señor
a. Cruz de Guía, escoltada por faroles
b. Bocinas, sin acompañamiento
c. Senatus, acompañada de varas ó sin acompañamiento
d. Bandera de Paso, acompañada de varas
e. Otras Banderas y Guiones, acompañadas de varas
f. Bandera Pontificia, acompañada de varas
g. Bandera Sacramental, escoltada por faroles
h. Libro de Reglas, acompañada de varas
i. Ante-Presidencia, con varas
j. Presidencia, con varas
k. Acólitos (4 ceriferarios, pertiguero, 2 turiferarios con incensarios, 1 turiferario con el canasto y 1 turiferario con naveta)
l. Paso de Cristo ó de Misterio
m. Penitencia
n. Capilla Musical, Agrupación Musical ó Banda de Cornetas (también en algunos casos se coloca acompañamiento musical delante de la cruz de guía, anunciando la llegada de esta).

2.2.Cortejo de la Virgen
a. Cruz Parroquial, escoltada por acólitos ceriferarios
b. Simpecado, Sinelabe ó Bandera Concepcionista, escoltado por faroles
c. Bandera de Paso, acompañada de varas
d. Guiones marianos Varios, acompañados de varas
e. Insignias Marianas (por este orden: Mater Ecclesia, Mater Regina, Mediatrix, Bandera Asuncionista), escoltados por faroles
f. Estandarte, acompañado de varas
g. Presidencia, con varas
h. Acólitos, (cruz parroquial, 4 ceriferarios, pertiguero, 2 turiferarios con incensarios, 1 turiferario con el canasto y 1 turiferario con naveta)
i. Paso de Palio
j. Penitencia
k. Banda de Música

En cuanto al orden, se suele utilizar el criterio de antigüedad, colocando las insignias con más antigüedad más cercanas al paso, como se suele hacer con las representaciones de las cofradías, por ejemplo. Hay que tener en cuenta que cuando nos referimos a antigüedad nos es sólo referente a la fecha de fabricación de la insignia (ó la fecha de fundación de la hermandad) sino a la antigüedad de proclamación del Dogma Mariano o la Verdad Fundamental, por ejemplo. De todos modos, a esta regla hay innumerables excepciones e interpretaciones. Así, por ejemplo, si aplicáramos este criterio, el Simpecado debería ser la última insignia del cortejo de la Virgen antes del Estandarte, sin embargo se coloca abriendo el cortejo por razones de tradición, probablemente porque hasta hace poco la mayor parte de las cofradías sólo tenía Simpecado y Estandarte, las nuevas insignias las han ido colocando insertadas dentro de esta distribución olvidando quizás el verdadero sentido de las mismas dentro del cortejo. De todos modos, sería interesante reflexionar en este tema y poder pensar en una distribución más acorde con la lógica y la liturgia, sobretodo en el caso de que exista Cruz Parroquial, la cual abriría el cortejo de la Virgen y nos liberaría de la “obligación tradicional” de abrir el cortejo con el Simpecado.

4. DESCRIPCIÓN DE LAS INSIGNIAS
Vamos a pasar a describir en esta parte de la conferencia alguna de las insignias más representativas que suelen aparecer en nuestros cortejos penitenciales. No vamos a hablar, por tanto, del acompañamiento musical que suelen llevar nuestros pasos.

4.1. La Cruz de Guía
Todas las cofradías inician sus desfiles con la Cruz de Guía, la cual es llevada por un hermano vestido con la túnica de penitente al que se le suele llamar crucero. Es por tanto, la insignia de mayor importancia en el cortejo procesional. Su precedente es la manguilla ó cruz alzada (elemento de pequeño tamaño, coronando una vara, bajo la cual se extiende un armazón de forma cilíndrica cubierto de tela ligeramente bordada y rematado por una cruz, actualmente en desuso desde el Concilio Vaticano II) y simboliza el carácter cristiano de la procesión, representando además la cruz que todo cristiano debe seguir. La Cruz de Guía va siempre flanqueada por una o dos parejas de faroles (llamados faroles de guía), que suelen ser los más grandes de todo el cortejo. La Cruz de Guía se suele elaborar en el mismo material en que esté hecho el paso del Cristo (madera, plateado, dorado, etc) y puede llevar en la intersección de los brazos una imagen del crucificado ó alguna reliquia.

En algunas cofradías, normalmente las más serias (las llamadas de negro), suele preceder el cortejo la figura del muñidor, servidor que hace sonar una campana de mano indicando la presencia del cortejo fúnebre. También es costumbre en las hermandades de negro el poner dos parejas de ciriales (ó faroles) antecediendo a la Cruz de Guía, aunque si nos atenemos a su sentido litúrgico, no debería llevar nada delante. De todos modos, esta costumbre tiene su origen en que antiguamente la Santa Cruz se solía sacar portada en unas parihuelas al inicio del cortejo, especialmente en las hermandades de la Vera Cruz (caso actual de la hermandad de la Vera Cruz de Jerez), por tanto, iría escoltada por faroles.

4.2. Bocinas
La Bocina es una insignia en forma de trompeta que lleva unido a un tubo paños de terciopelo normalmente bordados y que se suele llevar en el hombro del penitente. Pueden observarse Bocinas (en algunos lugares se les llama Trompetas) en diferentes lugares del cortejo, según tome la cofradía como referencia de su significado. No está bien definido su origen. Unos dicen que antiguamente indicaban la marcha o parada de la cofradía (por esa razón iría al principio del cortejo, delante ó justo detrás de la Cruz de Guía; personalmente me decanto por esta opción y es la que usan las hermandades llamadas de bulla). Otros que se usaban para hacer una representación sonora de la Pasión de Cristo (por esta razón se explicaría el llevarlas delante de los pasos y es la opción que suelen usar las hermandades de negro). Otros dicen que es en recuerdo de los soldados que acompañaron a Cristo hasta el Calvario (y las ponen al lado del Senatus). Carecen, pues de significado litúrgico y, desde luego, han perdido totalmente su vertiente musical para convertirse en enseres meramente ornamentales. En los paños de las bocinas podemos ver representados el escudo de la hermandad, pasajes pasionales o simplemente el raso del terciopelo. Se suelen colocar 4 en el cortejo del Cristo y 2 en el cortejo de la Virgen (aunque no le encuentro mucha lógica a llevarlo en el cortejo de la Virgen), en caso de ir solo en un paso lo más lógico que es que vayan en el del Cristo, ya sea abriendo el cortejo ó al lado del Senatus, dependiendo del significado que se le quiera dar. Las Bocinas no se flanquean nunca con ningún acompañamiento.

4.3. El Senatus
Se sitúa inmediatamente detrás del primer tramo de penitentes de la procesión. Debe ir flanqueado por dos o cuatro varas, incluso puede ir solo, pero nunca acompañado por faroles, ya que es una insignia pagana.

El inicio del procesionar de esta insignia se desconoce aún, aunque probablemente se puso debido a que esta insignia la llevaban las tropas romanas que acompañaron a Jesús en el camino del Calvario. En dicha insignia aparecen las siglas S.P.Q.R., cuyo significado es Senatus Populus Que Romanus, el Senado y el Pueblo Romano, imitando las que llevaban las legiones romanas que ocupaban la región de Palestina en la época de Jesucristo. La cartela con las letras se suele rematar con el retrato de Tiberio (emperador romano en los momentos de la Pasión), una corona de laurel ó un águila imperial.

4.4. Bandera de Paso
La Bandera de Paso es una insignia que no contiene una importancia histórica destacada, parece ser que ha derivado de las banderas negras con la cruz roja que se solían utilizar antiguamente en las catedrales y que se hacían pasar por encima de los feligreses, luego parece ser que las cofradías las adoptaron dándoles además mayor colorido al incluir los colores de las túnicas. Esta costumbre no tiene demasiado sentido ya que en la Catedral de Cádiz no se tiene ese derecho adquirido y, por tanto, las hermandades tampoco lo deberían lucir, pero de nuevo la tradición, el colorido, su sencillez y quizás el afán de copia lo han acabado instaurando en la mayoría de las hermandades. Debe ir situada detrás del Senatus ó de la Cruz Parroquial (ó el Sin Pecado) en el orden procesional de las cofradías, ya que lo que hace es anunciar los tramos de penitentes que van detrás. Suele dividirse por una cruz en cuatro cartelas con los colores de la túnica de nazarenos del paso al que acompañen. De éste modo si la túnica varía de los nazarenos del Señor a los de la Virgen, podemos ver también una bandera en el tramo de penitentes que acompañan al palio. En el caso de que la hermandad tenga más titulares, se suele incluir también la Bandera de Paso de estos con una representación de penitentes en un lugar preferente.

La tela suele tener mayor superficie en aquellas cofradías cuyas túnicas de nazareno son de cola, teniendo las de capa la particularidad de tener el asta más larga, llegando hasta los 3 metros aproximadamente. Las astas suelen ser de plata ó alpaca (también llamada plata cofradiera, es una aleación de cobre, níquel y zinc que da un aspecto similar a la plata, aunque mucho más barata. Esta aleación recibe posteriormente un baño de plata). Va siempre flanqueada por varas.
4.5. Otras banderas e insignias

Vamos a hablar de otras insignias, algunas de dudoso significado litúrgico pero que suelen aparecer en los cortejos. Algunas que llevan recuerdos de ostentar determinados títulos como “Muy Mariana”, otras sacan guiones de representación de universidades y colegios profesionales (Derecho, Medicina, Económicas, etc), con determinadas advocaciones marianas, grupos jóvenes (en forma normalmente de banderín de la juventud, como recuerdo de su presencia en estas hermandades), guiones de la Epifanía (en recuerdo del Gran Poder de Dios), Santo Lignum Crucis (reliquia auténtica de la Santa Cruz), por su vinculación a determinadas órdenes religiosas, banderas y relicarios relativos a santos (siempre acompañados de varas), banderas con la efigie del titular que preceden (estas ya están en desuso), por su vinculación a una determinada basílica (el tintinábulo, insignia basilical rematada por el escudo de la Hermandad y con una campanilla), etc. El criterio es colocar las insignias marianas en las secciones de la Virgen y el resto en las del Cristo.

4.6. Bandera Pontificia
Dicha insignia la sacan solamente algunas hermandades procesionando en los tramos correspondientes al Señor. Es de color blanca cruzada con una cruz amarilla o, más habitualmente, con los colores pontificios amarillo y blanco en división vertical por su mitad; y en el centro el blasón del pontífice que le concedió el título de Pontificia que ostentan dichas hermandades (en la bandera oficial del estado Vaticano, el blasón va normalmente en la parte blanca de la bandera). Va siempre flanqueada por varas.

4.7. Bandera Sacramental
Esta insignia la sacan aquellas Hermandades que tienen el título de Sacramental (estas Hermandades le rinden por tanto culto al Santísimo Sacramento de la Eucaristía), suelen ser de color blanco con algún motivo alusivo en el centro (el cordero apocalíptico con los siete sellos, un cáliz, espigas de trigo, etc), suele ir además el escudo de la Hermandad y siempre debe ir acompañada de faroles con velas roja, aunque en muchos lugares se le acompaña de varas rematadas con motivos alusivos, incluso podemos llegar a ver una mezcla de ambos. Es también bastante usual preceder la Bandera Sacramental de cuatro ó seis cirios de color rojo, dependiendo del número de ciriales que se usen en el paso de Misterio. El asta suele ir rematada por una alegoría de la Fe (recordemos que las tres virtudes teologales son la Fe, la Esperanza y la Caridad). Debe ser la última insignia antes del Libro de Reglas en caso de sacarla. Antiguamente, se sacaba una insignia ya en desuso llamada lábaro que estaba realizada a modo de banderín en plata repujada y que cumplía idéntico cometido, esta insignia se ha ido eliminando debido posiblemente a su excesivo peso.

4.8. Libro de Reglas
En la procesión suele situarse al final de los tramos de las secciones de Cristo, salvo en las hermandades definidamente marianas en las cuales se coloca al final de los tramos de las secciones de la Virgen junto con la Ante-Presidencia y Presidencia, quizás no con mucho sentido litúrgico (ya que Cristo es más importante que la Virgen) pero sí devocional. Está formado por una tapa en terciopelo con el escudo y las cantoneras repujados, dentro van las reglas originales de la Hermandad (en otros lugares se les conoce como Estatutos), en algunos casos pueden ser muy antiguos y ser de un gran valor. El portador del Libro (normalmente el Secretario) está flanqueado por dos ó cuatro varas. El Secretario, al contrario del resto de miembros de la Junta de Gobierno no lleva vara, sino una pértiga. Esta insignia carece de valor litúrgico y procesiona en recuerdo de pasados tiempos en que los mismos servían para argumentar con las autoridades, religiosas y civiles, en casos de discrepancia. Por esa misma razón no tiene ningún sentido acompañarlo de luz, como se hace a menudo en determinados cultos internos de las hermandades, esto se hace solo por tradición sin tener significado litúrgico alguno salvo que vaya acompañado de un crucifijo o del Evangelio.

4.9. Ante-Presidencia del Paso
Formada por 4-5 penitentes con varas, anteceden a la Presidencia del paso. Dichos penitentes suelen ser los más antiguos de la cofradía o hermanos que han realizado algún favor especial a la cofradía.

Delante de la Ante-Presidencia se suelen colocar en algunas cofradías hermanas ataviadas con la tradicional mantilla en señal de luto. La mantilla en sí es una toca negra de encaje que, junto a la peineta de carey, forman el tradicional tocado andaluz que se coloca sobre la cabeza afianzada por un broche que recoge el pelo. El resto de la vestimenta debe ser también en color negro (vestido, zapatos, bolso, guantes) completándose con el Rosario en la mano y la Medalla de la Hermandad. Hay ciertas reglas no escritas en cuanto a la prohibición de adornos florales (claveles rojos normalmente) y a la longitud y decoro del vestido que no se deben obviar para mantener la seriedad del cortejo. De todos modos, la inclusión de la mantilla en el cortejo procesional es relativamente reciente y no tiene especial sentido, lo verdaderamente correcto sería que lucieran la túnica de penitencia.

Un caso especial lo forman las hermandades del Santo Entierro, las cuales suelen llevar representaciones de todas las cofradías de penitencia de la localidad y del Consejo Local. En este caso se colocan primero las hermandades por orden menor a mayor antigüedad y luego la representación del Consejo Local, si hay alguna cofradía hermanada o que resida en la misma parroquia se suele colocar en lugar preferente tras el resto de hermandades. Además en este tipo de procesiones se suele colocar tras el paso del Santo Entierro un Palio de Respeto, palio pequeño de toldo flojo y sin bordar, sostenido por 4 ó 6 varales y portado por acólitos ó monaguillos.

4.10. Presidencia de Paso
Delante de cada paso se sitúan varios penitentes con varas, la Presidencia del paso del Cristo suele ser la de la procesión salvo que la cofradía sea eminentemente mariana, aunque quizás lo más correcto sería dejarlo en el paso de Cristo debido a la mayor importancia para el cristiano de la figura de Cristo sobre la de María; en la Presidencia de la procesión se sitúan el Hermano Mayor, representantes de otras hermandades ó colectivos hermanados y el Director Espiritual, que debe ir vestido adecuadamente para la ocasión desde el punto de vista litúrgico, revestido de sotana y capa. En la Presidencia del otro paso se suelen situar miembros destacados de la Junta de Gobierno y representantes de otras hermandades e incluso el Predicador de los cultos cuaresmales y el Pregonero. El Hermano Mayor y el Director Espiritual llevan normalmente la vara de color dorado para diferenciarse del resto, siendo la del Hermano Mayor la más lujosa. Hay que tener en cuenta que la Presidencia corresponde siempre a la autoridad eclesiástica, en este caso el Director Espiritual, el Hermano Mayor se situará por tanto a su derecha.

Una figura que ha desaparecido casi totalmente de nuestras cofradías debido a la decreciente participación del clero en los desfiles procesionales es la del Preste, sacerdote que se colocaba tras el paso de palio revestido de la capa fluvial, acompañado del Carráncano o Sochantre que era un acólito con sotana y roquete que portaba un cirio encendido

4.11. Acólitos
Este punto lo analizaremos más adelante.

4.12. Penitencia
Siguiendo la frase "Toma tu Cruz y Sígueme" los penitentes se sitúan inmediatamente detrás de los pasos y delante de la Banda de Música (aunque no siempre), normalmente tras los del Señor pero en algunas cofradías también los podemos ver detrás del palio. En algunos sitios los tramos de penitencia pueden verse en tramos diversos a lo largo de todo el cortejo procesional y no obligatoriamente tras los pasos. Tienen su origen en los antiguamente conocidos como hermanos de sangre.

4.13. Cruz Parroquial
La insignia representa a la iglesia parroquial y tras ella comienzan a desfilar los penitentes de la Virgen, le flanquean dos acólitos ceriferarios. La debe portar un sacristán revestido de sotana, sobrepelliz o roquete (la tela blanca que va sobre la sotana), aunque se suele dar el caso de llevarla un nazareno en algunas cofradías, acompañándola siempre dos acólitos revestidos, normalmente con dalmáticas, que llevan los ciriales. En caso de no tenerse Cruz Parroquial se deben empezar los tramos con el Simpecado ó en su defecto la Cruz de Guía. La situación de la Cruz Parroquial dentro del cortejo procesional de las cofradías que llevan un sólo paso es inmediatamente después de las insignias correspondientes a lo que serían tramos del Señor. Las Asociaciones Parroquiales también deberían empezar su discurrir con una Cruz Parroquial. Suele tener unos 2,90 metros de alta y en ella se suelen incluir motivos que hagan referencia a la parroquia de donde radica.

4.14. Simpecado
El origen del Simpecado está en el que sacó la hermandad de El Silencio de Sevilla en representación del voto de defensa de esta hermandad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María en 1615. También se le conoce como Sinelabe ó Bandera Concepcionista, dependiendo de la forma que tome y los elementos que la constituyan. Debe ir acompañado siempre de Faroles, pero más pequeños que los de la Cruz de Guía. Por lógica debería ir detrás de la Bandera Asuncionista, aunque por tradición se coloca abriendo el cortejo de la Virgen. En el caso de sacar dos de estas insignias con el mismo significado (por ejemplo, un simpecado y una Bandera Concepcionista), una se colocará al principio del cortejo de la Virgen (tras la Cruz Parroquial) y la otra tras el Banderín Asuncionista como última insignia antes del Estandarte corporativo de la hermandad.

Pueden aparecer en forma de estandarte con una talla o pintura de la Virgen y un pequeño listel con la leyenda “Sine labe concepta”, entonces se llama Simpecado. El asta va rematada por una cruz.

Si la frase “Sine labe concepta” aparece en toda su longitud sobre un lábaro con paño largo y estrecho de igual longitud que el asta, siendo el paño de color celeste, se llama vulgarmente Sinelabe ó Sine Labe. El asta debe ir rematada en este caso por una pequeña imagen de la virgen.

De similar contenido es la Bandera Concepcionista, la cual tiene forma de bandera, en paño celeste, figurando en el cortejo portada de forma vertical por un nazareno, escoltado a su vez por otros dos con faroles, ya que es costumbre que las insignias que representan un Dogma de Fe sean alumbradas. Dentro de la bandera suele aparecer el texto en latín: “TOTA PULCHRA ES, MARIA, ET MACULA ORIGINALIS NON EST IN TE. MDCCCLIV” ó también “INMACULATA CONCEPCIONEM VIRGINUS MARIAE CELEBREMUS CRISTUM EJUS FILUM ADOREMUS DOMINUM”, más raramente lleva imágenes pintadas ó bordadas de la virgen. El asta de esta bandera suele ir en metal plateado y el remate representa el anagrama de María. Suele ir acompañada por faroles terminados en templetes de orfebrería, albergando cada uno en su interior una Inmaculada.

El Papa Pío IX definió como Dogma de Fe esta verdad en 1854, en la Bula Ineffabilis Deus. La virginidad de María ya había sido proclamada en el Concilio de Letrán de 1215. El Dogma de la Maternidad de Dios ya había sido definido en el Concilio de Efeso de 431.

4.15. “Mater Ecclesiae”
Insignia que recuerda que María es Madre de la Iglesia. Así lo proclamó Pablo VI en 1964. María es, por tanto, Madre de la Iglesia y de todos los hombres. Suele llevar, sobre fondo azul, una talla de la virgen, con un asta rematada por la cruz papal. Suele ir acompañado de faroles aun sin ser Dogma de Fe por las mismas razones que el Mediatrix.

4.16. “Mater Regina”
El Mater Regina (Beata Virgo Mater Regina) recuerda que María es Reina de todo lo creado. Fue instituido en 1954 por Pío XII, aunque no es Dogma de Fe pero es una Verdad Fundamental, va acompañado de faroles. Suele tomar la forma de estandarte y se le denomina Estandarte de la Realeza de María, tiene forma rectangular y suele llevar en el centro una gran corona real y la leyenda “Beata Virgo Maria” ó “Beata Virgo Mater Regina” sobre terciopelo rojo, en el asta suele ir una corona y sobre ella una cruz. La Primera Hermandad en usar este tipo de insignia fue la de la Cena de Sevilla.

4.17. “Mediatrix”
Insignia que recuerda la Mediación Universal de María en todas las gracias. Esta insignia que toma su nombre de la inscripción latina "Mediatrix omnium gratiorum, dedisti protectiones salutis tuae". Suele ser una bandera con la Anunciación a María sobre terciopelo azul, con la leyenda “Mediatrix omnium gratiarum” e incluso el escudo de la cofradía; en otros casos en la bandera aparece el texto MEDIATRIX simplemente. La primera Hermandad que la portó fue la del Cachorro de Sevilla en 1926. Suele ir acompañada de faroles, aunque no se ha establecido como Dogma de Fe debido a la subordinación de María al único Mediador que es Jesucristo, tal y como quedó establecido en el CVII (Lumen Gentium).

4.18. Bandera Asuncionista
Insignia que recuerda el Voto Asuncionista de la Virgen María que fue proclamado en 1950 por Pío XII por medio de la bula Munificentissimus Deus, el cual significa que la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, terminado el período de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. Sobre asta rematada por un símbolo mariano preferentemente asuncionista, cuelga un paño con la leyenda: “REGINA IN COELIS (CORPORALITER) ASSUMPTA” o también “MARIA, VIDA Y DULZURA, ESPERANZA NUESTRA. REINA ASUNTA A LOS CIELOS EN CUERPO Y ALMA”, alusiva la Asunción de María, sobre fondo celeste y / o blanco (sobretodo). Va en la comitiva de la Virgen y como Dogma de Fe va alumbrada por faroles. La primera cofradía en incorporar esta insignia fue la de la Soledad de Sevilla en 1911.

4.19. El Estandarte
Es la insignia más antigua de todas cuantas procesionan en Semana Santa y es la que debe representar corporativamente a la cofradía en todos los cultos que celebre ó asista, siendo además siempre la última insignia que debe aparecer en la procesión por lo que no tiene sentido colocarlo al final de las secciones del Cristo. Solían ser negros o morados e iban acompañados de varas iniciando el cortejo hasta que la Cruz de Guía vino a sustituirle y entonces pasaron al final del cortejo. Lo que sí ha cambiado es la forma de la insignia. Antes era algo parecido a un Simpecado, hoy en día adopta forma de bandera recogida por el centro en señal de luto. En todas las hermandades encabeza el último tramo antes de la presidencia del paso de la Virgen. Cuando sólo hay paso de Cristo, va en el último tramo antes del Libro de Reglas. Cuando se sacan dos estandartes (caso que se suele dar en archicofradías y cofradías sacramentales, aunque no tiene demasiada lógica ya que debe haber sólo una insignia corporativa), este debe ir al final de las secciones de cada paso, aunque de nuevo se da el caso de determinadas hermandades que lo colocan justo después del Senatus, quizás en recuerdo de su posición en la antigüedad..

En algunas Hermandades se utiliza el Bacalao, simplificación del Estandarte para poder evitar el efecto de los fuertes vientos y que toma su nombre por la forma de pez que tiene. En otros sitios se le conoce como Lábaro, especialmente cuando este va realizado en plata. Suele llevarse el escudo de la Hermandad, aunque en algunos sitios se utiliza algún símbolo ó imagen relativo a la misma, siempre acompañados de varas. En el asta se suele poner una cruz o las siglas JHS (Jesús Hombre Salvador).

En Cádiz sin embargo, se usa una nomenclatura distinta para el Estandarte, teniendo hasta tres nombres para la misma funcionalidad (Guión, Estandarte y Bandera), dándose el caso de que algunas hermandades poseen varios de estos elementos. Se llama Guión al Bacalao de origen sevillano, llamado así como ya hemos dicho por su forma de pez. Por Estandarte hacemos referencia al típico en forma de bandera que cuelga de un palo horizontal y que se recoge en señal de luto, este debido al viento y a su elevado peso no se usa mucho actualmente a modo corporativo. Por último, hablamos de Bandera cuando este toma la forma de bandera con una cruz que la divide en el centro en cuatro partes con los colores de la túnica del titular y el escudo en el centro y que lleva el penitente en su hombro, con lo cual es bastante más fácil de llevar que el Estandarte. Cuando las secciones de penitentes del Cristo y la Virgen tienen distintos colores en la túnica, se puede llegar al caso de tener la Hermandad dos banderas, en ese caso en la Bandera de la Virgen a veces se sustituye el escudo corporativo por la M mariana. Como se puede ver, no hay un criterio claro definido, aunque la Bandera y el Guión parecen imponerse.

ANEXO Tipos de astas y columnas.
§ Asta Salomónica: Asta que tiene el cuerpo (fuste) retorcido y en espiral.
§ Asta Estriada: Asta con el cuerpo estriado longitudinalmente.
§ Asta Lisa: Asta con el cuerpo liso.
§ Columna Dórica: Columna sin basa (base), el fuste (cuerpo de la columna) es estriado con aristas vivas, y el capitel (parte superior de la columna) liso.
§ Columna Jónica: La columna Jónica sí tiene basa. El fuste es más largo y fino. El capitel es más elaborado, en forma de almohadilla teniendo volutas (se enrolla en los extremos).
§ Columna Corintia: También tiene basa. Su fuste es aún más delgado y largo. El capitel está mucho más decorado y parece una pirámide truncada invertida. Se diferencia poco del jónico, a no ser por la decoración con hojas de acanto (planta con hojas espinosas, largas y rizadas).
§ Columna Toscana: Variante del Dórico pero sin estrías en el fuste (fuste liso).
§ Columna compuesta: Mezcla del Jónico con el Corintio, incluyendo volutas y hojas de acanto.

5. LOS COLORES LITÚRGICOS

§ Blanco.- Significa pureza, fe, virginidad, santidad, Resurrección. Es el color más adecuado para celebrar:
- La Navidad y la Epifanía
- La Pascua en toda su cincuentena
- Las fiestas de Cristo y de la Virgen a no ser que por su cercanía al misterio de la cruz se indique el uso del rojo.
- Las fiestas de ángeles y Santos que nos sean Mártires.
El blanco es el color preceptivo para los pasos de palio y el más adecuado para iluminar las secciones de la Virgen, aunque para determinadas advocaciones pueda ponerse otro color distintivo de las mismas.
§ Rojo.- El Rojo significa pasión, caridad, amargura, amor divino, Eucaristía, Espíritu Santo, martirio, Apóstoles. Es el color elegido:
- En la Celebración del Domingo de Ramos y el Jueves Santo.
- En Pentecostés.
- Exaltación de la Santa Cruz.
- Fiesta de los Apóstoles, Evangelistas y Mártires.
El color rojo es preceptivo de las hermandades sacramentales debido a su significado eucarístico, aunque teniendo en cuenta que el Domingo de Ramos y el Jueves Santo es el color litúrgico por excelencia, las hermandades que salen esos días también lo pueden usar.
§ Verde.- Significa esperanza, iniciación (por eso San Juan lleva el color verde en el manto), triunfo de la vida sobre la muerte (por eso las Hermandades de la Vera Cruz utilizan este color como distintivo) y también Fe (aunque menos que el blanco). Es el color del Tiempo Ordinario. Esas 34 semanas en las que no se celebra un Misterio concreto de Cristo, sino el conjunto de la Historia de la Salvación y sobre todo el Misterio Semanal del Domingo como el día del Señor.
El verde es el color que debe usarse en las secciones y paso de cristo de las hermandades de la Vera Cruz. También suele usarse en las secciones de las titulares marianas con la advocación de Esperanza.
§ Morado.- Significa devoción, también dolor, severidad, penitencia. Similar al negro y al tiniebla. Es el color con que se distingue la Celebración del Adviento y la Cuaresma.
Es el color habitualmente utilizado en las secciones y pasos de misterio de los nazarenos y cautivos, también puede usarse litúrgicamente en Semana Santa, especialmente la Madrugada y el Viernes Santo.
§ Rosa.- No tiene un significado litúrgico definido, significa la ausencia de todo mal, dominio de sí mismo. Para los domingos que marcan el ecuador del Adviento y de la Cuaresma: El Domingo “Gaudéte” (tercero de adviento) y “Laetare” (cuarto de Cuaresma).
§ Azul.- El Azul es el color del amor, la fidelidad y el afecto. Asociado de siempre a la Virgen María y por lo tanto suele ser el color elegido para muchos de los palios, aunque en su vertiente oscura tiene similares significados al negro. El Celeste es el color privilegiado para celebrar la Solemnidad de la Inmaculada.
§ Negro.- Color que simboliza tristeza, separación, penitencia, vigilia y soledad. Su significado es similar al Morado. Es el color litúrgico del Viernes Santo.
Una derivación del color negro es el denominado color tiniebla, el cual se suele usar en las cofradías “serias” para las secciones del Cristo, aunque como vemos se puede usar también litúrgicamente por las Hermandades de la Madrugada y Viernes Santo.
§ Gris.- Es el color del desconsuelo, no se suele usar ni litúrgicamente ni en las hermandades.
§ Marrón.- Este color y, en general, los colores tierra, quieren indicar humildad, fragilidad, anonimato, renuncia al mundo; por esa razón es el color elegido por muchas órdenes monacales.
§ Amarillo.- Al igual que el Dorado, quiere significar pureza, ya que pertenece a la familia del color blanco. Simboliza también el color de la luz, luz de Dios, sobretodo en Oriente. Por su color similar al trigo también se le asimila con la institución de la Eucaristía. Se usa el Dorado también para la celebración de fiestas muy solemnes.

6. LA FUNCIÓN DEL ACOLITADO EN LAS COFRADÍAS

Desde hace unos años podemos observar con satisfacción la proliferación de cuerpos de acólitos delante de nuestros pasos, los cuales les dan sobriedad y si cabe mayor solemnidad a nuestras estaciones penitenciales. La figura del acolitado además se abre como un nuevo cauce para que las hermandades puedan iniciar a los jóvenes dentro del mundo cofrade y cristiano, dándoles un papel importante dentro de los cultos de la misma y ofreciéndoles una vía alternativa para que puedan formar un grupo más dinámico que los consabidos grupos jóvenes que en la mayor parte de los casos no hacen sino aparcar a los jóvenes en un espacio controlado hasta que no tienen la edad suficiente. Es, por tanto, una faceta relativamente novedosa que debe ser cultivada con esmero en las cofradías y que, con el debido acompañamiento, puede dar resultados muy apetecibles no sólo a nivel cofrade sino de integración en la vida de la comunidad parroquial.

Sin embargo, se observa con frecuencia la ausencia de materiales formativos sobre la función del acolitado, particularmente relativos a su papel en los cultos internos de las hermandades. En este artículo me voy a referir a la figura del acólito, intentando explicar la historia del mismo, su composición y las funciones que pueden desempeñar en los cultos internos y externos, dando además un breve vocabulario de términos relativos al servicio al altar.

Los acólitos tienen su patrón, San Tarcisio, cuya festividad se celebra el 14 de Agosto, este santo fue Acólito y Mártir en el siglo III. De todos modos y por extensión, un día importante para la celebración de los grupos jóvenes debería ser el de San Juan Evangelista, o sea, el 27 de Diciembre y más aun en aquellas hermandades que tienen una imagen de esta advocación.

HISTORIA DEL ACOLITADO
Etimológicamente, la palabra acólito procede del griego y significa compañero, derivada a su vez de la voz camino, en referencia al camino que se recorre en compañía. La figura del acólito está recogida desde tiempos pretéritos en los rituales celebrativos de la iglesia, no en vano hay documentos del siglo XVII en los cuales se hace ya referencia a su figura, funciones y atuendo. En cuanto a nuestras procesiones, hay referencias también de similares fechas con funciones similares a las de hoy. Es, por tanto, una función que estaba en desuso y que desde hace unas décadas está volviendo a tomar la importancia que tuvo en tiempos anteriores.

Hasta hace poco tiempo el acólito representaba la mayor de las cuatro órdenes menores de la jerarquía eclesiástica, siendo su función el servicio al altar y los sacramentos. Esto fue así hasta que fueron suprimidas por el Motu Propio de Pablo VI “Ministeria Quaedam” en el año 1972. A partir de este momento se crean los ministerios laicos de Lector al servicio de la Palabra y de Acólito al servicio del altar y los sacramentos, esta última figura es la que nos interesa y es, por tanto, a la que nos vamos a referir a partir de este momento. Tenemos por tanto al Acólito como un laico que ha recibido el ministerio por parte del Ordinario del Lugar, otro nombre equivalente sería el de subdiácono. Hay que hacer patente aquí que en el código de derecho canónico actual (más concretamente en el canon 230) se hace referencia a que las funciones de Lector y Acólito deben ser desempeñadas por hombres, siempre teniendo en cuenta que se entiende esta función como un paso previo para la ordenación sacerdotal.

En el mundo cofrade esta definición rigurosa se ha tornado por extensión a todo este grupo de servidores que colaboran en la asistencia de nuestros pasos ya sea como portadores de ciriales, incienso, cruz parroquial, monaguillos, etc. Se habla de su presencia antaño para alumbrar las esquinas de los pasos o imágenes portadas a hombros, derivando en la presencia delante de los mismos en la actualidad. Sin embargo, si analizamos la presencia de los acólitos en los cultos internos, poco se ha hecho hasta el momento, los intentos han sido escasos a pesar del gran campo que se abre en esta materia.

MIEMBROS DEL CUERPO DE ACÓLITOS
El origen de la figura del Pertiguero hay que verlo en los maestros de ceremonias de las celebraciones religiosas y que solían asistir al celebrante en cuanto al servicio del altar. De aquí se ha extrapolado a los pasos como altares en la calle que son. Asimismo, los acólitos tienen su origen en los ministros no ordenados que se dedican al servicio del altar, también llamados subdiáconos. Luego se diferencian básicamente en acólitos ceriferarios y turiferarios, se les suele llamar en conjunto “servicio de paso”. Los acólitos ceriferarios son aquellos que portan un cirial y tienen su origen en los inicios de la Semana Santa, sirviendo como luz para alumbrar las pequeñas andas en las que iban las imágenes. Por eso deben ir inmediatamente al lado del paso o actualmente justo delante del mismo, ya que forman parte del servicio del mismo. El color de las velas de los ciriales siempre debe ser el mismo que porte el paso que lleva detrás. Digamos a modo de alegoría que si el Paso es el Altar, los acólitos son el Presbiterio. En la mayoría de las hermandades suele haber de cuatro a seis acólitos ceriferarios. El uso en algunos lugares de mayor número de acólitos no tiene ningún sentido litúrgico y lo único que hace es dificultar la visión del paso. Los acólitos turiferarios portan los incensarios y la naveta, y son aquellos que impregnan de incienso todo el lugar inmediatamente cercano al paso, haciéndose así como si el paso se tratara de un altar. Hay que tener en cuenta que el uso del incienso está reservado para la Eucaristía y las imágenes de Cristo y de María. La Cruz Parroquial es portada por el acólito Cruciferario (o Crucífero). Existe también el término de acólito Auxiliar que se aplica al acólito que lleva el canasto con las pastillas de carbón, pabilos y cerillas. Por último, se utiliza el término de acólito Acompañante a los que ejercen labores de acompañamiento del Preste en las salidas procesionales.

Con respecto al número de ciriales lo lógico es que se usen cuatro, ya que el Ritual para el Culto no hace distinción en el número de ciriales a usar en las misas y las celebraciones de adoración eucarística. De todos modos y, a pesar de que no tiene ningún fundamento litúrgico, es usual colocar en los pasos de Misterio de algunas hermandades sacramentales seis acólitos ceriferarios en señal de mayor respeto. Esta costumbre no tiene ningún sentido en pasos de Palio u otros pasos (San Juan, Verónica, etc) en los que siempre deben ser cuatro los ciriales ya que se pierde el sentido eucarístico; además, en los pasos que no porten imágenes de Cristo y de María, como ya se ha comentado anteriormente, no tiene sentido litúrgico el uso de acólitos turiferarios.

Normalmente en Cádiz el cuerpo de acólitos está formado por diez integrantes: cruz parroquial (crucífero), cuatro con ciriales (los dos primeros escoltando a la cruz parroquial y los otros dos detrás del pertiguero a una distancia de la primera pareja equivalente a la longitud del paso, aunque litúrgicamente deberían de escoltar al pertiguero), el pertiguero (encargado de marcar el paso por medio de golpes con la pértiga), dos con incensarios (detrás de los acólitos ceriferarios), uno con la naveta (pieza de orfebrería en forma de casco de barco con una cucharilla de orfebrería donde se guarda el incienso) y otro con el canasto (donde se guardan las pastillas de carbón que se utilizan para encender el fuego, los pabilos y las cerillas).

Los acólitos suelen ir con vestimenta de monaguillos e incluso revestidos de Dalmáticas, la cual es una sotana de tela de damasco, con elementos decorativos dorados que se coloca encima del alba blanca. Dicha vestimenta, aunque está prohibido su uso a los que no estén ordenados de diáconos, se sigue usando en las Hermandades. El pertiguero suele llevar una vestimenta especial llamada Ropón similar a la Dalmática, aunque suele llevar colgando en el pecho el escudo de la Hermandad en plata. En cuanto a los colores de las Dalmáticas y el Ropón del Pertiguero, suelen ser el negro (preferentemente), morado, burdeos y rojo en el caso de ser hermandad sacramental, aunque se usan otros colores en función de la túnica de la hermandad o de su vinculación a determinadas órdenes religiosas. El origen de vestir a los acólitos con tanta riqueza estriba en la antigua tradición de que la riqueza del señor se advierte en la riqueza con la que viste a sus servidores.

Una anotación en cuanto al uso del incienso. El uso del incienso radica en que este nos indica una actitud de oración y elevación de la mente hacia Dios, según se puede derivar del Salmo 141. Es, por tanto, un signo de solemnidad y como tal debe ser usado en nuestros cultos más solemnes.

Una última nota con respecto al uso de la cruz parroquial en el acolitado y que no se suele tener en cuenta (y que seguro que no me van a hacer caso). Sólo debería haber una cruz parroquial en la procesión y esta debe ir empezando el cortejo de la Virgen. En caso de no colocarse en ese lugar, el lugar más adecuado es en el cuerpo de acólitos de la Virgen, señalando el final de la procesión y debido a su gran importancia litúrgica. Por tanto, tampoco tiene mucho sentido sacar la cruz parroquial en el paso de Misterio. Dejamos ahora este punto sobre el que volveremos más en detalle al final.

FUNCIONES DE LOS ACÓLITOS EN LOS CULTOS EXTERNOS DE LAS HERMANDADES
En el caso de los cultos externos, la función de los acólitos está mucho más clara al menos en lo que se refiere a los servidores de pasos ya que desde hace años los podemos ver delante de los mismos, dándoles seriedad y mayor solemnidad si cabe. De todos modos, hay otra figura como es la del Preste que prácticamente ha desaparecido de las procesiones y que conviene detallar.

La configuración de los acólitos delante de los pasos suele responder al siguiente esquema:

CERIFERARIO CRUCIFERO CERIFERARIO
PERTIGUERO
CERIFERARIO CERIFERARIO
TURIFERARIO NAVETA AUXILIAR TURIFERARIO

De todos modos, aquí sí que la configuración se da a más variaciones, en especial en el número de acólitos ceriferarios, aunque si observamos esta es la disposición que más se asemeja a lo prescrito para las celebraciones litúrgicas. El uso en algunos lugares de mayor número de acólitos no tiene por tanto ningún sentido litúrgico. De todos modos y, a pesar de que no tiene ningún fundamento litúrgico, es usual colocar en los pasos de Misterio de algunas hermandades sacramentales seis acólitos ceriferarios en señal de mayor respeto. Esta costumbre no tiene ningún sentido en pasos de Palio u otros pasos (San Juan, Verónica, etc.) en los que siempre deben ser cuatro los ciriales ya que se pierde el sentido eucarístico. Además, en los pasos que no porten imágenes de Cristo y de María, como ya se ha comentado anteriormente, no tiene sentido litúrgico el uso de acólitos turiferarios ya que el uso del incienso está reservado para la Eucaristía y las imágenes de Cristo y de María. Otro detalle a eliminar es la excesiva separación entre acólitos la cual no tiene ningún sentido.

Hay que anotar además que litúrgicamente hablando, lo lógico sería que los dos acólitos ceriferarios traseros escoltaran al pertiguero en vez de ir detrás del mismo. Con respecto a la cruz parroquial, sólo debería haber una cruz parroquial en la procesión y esta debe ir empezando el cortejo de la Virgen. En caso de no colocarse en ese lugar, el lugar más adecuado es en el cuerpo de acólitos de la Virgen, señalando el final de la procesión, debido a su gran importancia litúrgica. Por tanto, no tiene mucho sentido sacar la cruz parroquial en el paso de Misterio.

Vamos ahora a describir la figura del Preste y su acompañamiento por ser la más desconocida en la actualidad. Pero para ello analizaremos antes la figura del sacerdote en relación con la salida procesional. Todos sabemos que con el nuevo reglamento base diocesano las cofradías son asociaciones públicas de la iglesia. Esas asociaciones realizan (entre otras cosas) cultos, los cuales pueden ser internos y externos. Por tanto, si la presidencia de los cultos internos corresponde a un sacerdote, lo mismo podremos decir de la de los cultos externos. La presencia del sacerdote en la estación penitencial es por tanto necesaria y diríamos aun más obligatoria a tenor de lo redactado en el artículo 19 del reglamento base y aun más lo prescrito en el artículo 530&6 del actual código de derecho canónico, mostrando al pueblo el carácter eclesial de nuestras hermandades. El sacerdote, normalmente el director espiritual (aunque también puede ser el sacerdote que predicó en los cultos anuales), puede y debe por tanto presidir la estación penitencial de la hermandad en su totalidad.

Una vez aclarado este punto, diremos que el sacerdote puede ir situado en el cortejo en dos lugares: en la presidencia junto al Hermano Mayor (que es donde habitualmente estamos acostumbrados a verlos) o al final del cortejo como Preste, palabra que etimológicamente tiene significado similar a la voz presbítero, mucho más común en nuestros días. Si lo hace en la presidencia de la cofradía, deberá ir vestido con sotana y manteo o con el hábito de la orden religiosa a la que pertenezca. En caso de ir como Preste, su vestimenta deberá ser la capa pluvial normalmente en color morado para las procesiones penitenciales y blanco para las de gloria aunque se admiten excepciones. El Preste suele ir acompañado de uno ó dos acólitos denominados acompañantes y que, en caso de portar un cirio encendido se denomina Carráncano o Sochantre, en este caso el acólito llevará sotana y roquete.